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miércoles, 1 de noviembre de 2017

AFONÍAS

Imagen cogida de Pinterest






AFONÍAS




Si no existieras yo te inventaría
Fayad Jamís




Es tiempo de navegar por zonas en declive, y no, precisamente, en la lona horizontal de la planicie, impregnada de respiraciones condensadas. Vemos el acontecer del aire, detenido en la transpiración del estiércol. A ello sumamos, la escarcha de los cadáveres, soterrados o en la intemperie, enajenados por tanta mano. El follaje es siniestro a la luz de cada transeúnte: la intuición se ha hecho necesaria para transpirar esta capilla ardiente en que el aliento se ahoga ante un amanecer de niebla, sin más lucidez que el viejo discurso del hollín. (Con todo este contubernio, conspiraciones y transacciones, no podemos, el uno al otro, encontrar nuestra propia habitación: no sólo es la polilla que permea el ala, es que la tortura nos viene de todas direcciones, arrasa con el alma, penetra irremediablemente en el cuerpo, tiene plenas facultades para sucumbir en nuestro territorio; y así, con sobresaltos, debo pensar en tu boca, en las caricias, en el pulso de la noche entre los dos cuerpos; sonreírle por otro lado al paisaje desbocado, lanzarme, precipitarme en el desvarío de la esperma.) No hay ciudad que escape a este flagelo. —Libramos la sombra dela cerradura y del pavimento y la encrucijada, muerde el oído y el olfato. El devenir nos asedia con hambre obstinada, espectros que muerden espíritu y razón, —la palabra tiene rostro de extraño universo, incertidumbres parecidas al infinito de la noche, a la angustia del desamor que habita al mundo. Esta afonía, es parte de los acantilados que nos avienta la noche con sus perfiles de locura. (Un día quizás ya no sea necesario un incensario detrás de la puerta, ni haya que invocar almas puras; la sed supone sonidos nuevos que giren en el imaginario de la garganta, en esa ternura desconocida de tu ombligo, mi talón de Aquiles al tacto, videncia de otra ventana en la bifurcación del camino. El aliento es extraño cuando te me vienes en marejadas, Cuando somos azotados, ya no por la violencia sádica del país, sino por el delirio de la ciencia de las poluciones, por esa oruga ruborizada en tu cuerpo.)Jamás la democracia tuvo un precio tan alto: pagamos los centímetros de libertad que tenemos, con ese abandono cotidiano del sótano y el embudo de la noche en los ecos; en cada penuria, la sombra del hastío, el patio roto de los sentidos, el sueño a punto de parir nuevos objetos, nuevos exteriores para este abismo, donde es costumbre purificar los esqueletos o convertirlos en simples estadísticas para los anuarios. Siempre la calamidad acaba por transpirar nuestros susurros. Y debemos despintar la lluvia del sigilo y hacerle buena cara al mal tiempo.
Del libro “MOTEL”, 2012 (Inédito) 170 pp
© André Cruchaga

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