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sábado, 28 de octubre de 2017

LINDERO DEL ENCAJE

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LINDERO DEL ENCAJE




Evoco junto a mis fatalidades el lindero del encaje de  la tierra de labranza y me quedo a dilucidar las márgenes que el ojo ignora en lo real y mágico de la homilía que yace ahí en su esencia sustantiva acaso porque es notoria cualquier teoría del absurdo y la contraparte de lo absorbente al ámbito histórico de la colonización allí el centro estructural de nuestra hibridez el incendio salvaje en la desembocadura del soplo justo en la ofrenda de la diadema implacable donde el fuelle es una alucinación heroica del tamaño de un anochecer iluminado casi al punto extrañamente de la desesperación del gesto igualmente parecido al espejo esa primera vez del tanteo en la humedad del candil de las paredes sobre la mañana que rasga la tela invadida de los helechos velados del abismo quitado el velo de las palabras éstas alargan el hundimiento la desmesura de la tormenta desde la arcilla que nos habita y no es para menos morder los bordes para que el badajo haga sonar las campanas y los trenes y crepiten los ijares de la sastrería con toda la furia del ojal y la aguja en la noche el tiempo nos devora no sé si siempre fue así después de sentarnos a la mesa del umbral con la puerta de los párpados abiertos a la profecía: antes nunca estuve a prueba de diluvios ni a esas vastas aguas pintadas de tinta donde retumba el ritual de las semillas y hasta el inocente brebaje del río que habita el estanque del alma nada de raro hay pues en esta calle curva donde el vértigo es sólo otra bandera de la hoguera otra literatura esencialmente exploradora al punto de transformarse en pizarra cuando salen del cuerpo avanza el rostro en el tatuaje mano a  mano vuelven al descenso del romance o el epitalamio a la décima escrita o al madrigal de la ventana entonces suben las aguas de los espejos hay sobre el petate un presagio de ceniza: quizá la muerte que nos vendrá sin ataúdes quizá el animal que soy en medio del follaje  esferas migratorias tiemblan en el bostezo el viento traduce los sentidos el bordado que respiran los dedos de las manos (la ebriedad crece en toda la desnudez que nos recuerda: nos sacude el pájaro ávido del ascua y la fruición de los poros de las luciérnagas siempre ahí deambulan de puntillas mis ojos)
Del libro “MOTEL”, 2012 (inédito), 170 pp
© André Cruchaga
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