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miércoles, 25 de octubre de 2017

CAMPAMENTO

Imagen cogida de la red





CAMPAMENTO




Quiero llegar a un bosque apenas sensitivo,
hasta la maquinaria del corazón sin saldo.
Luis Garcĺa Montero




En los bosques amarillos, los peces se hacen inolvidables como las pupilas al trasluz derretido de los carruajes que nos llevan al cuerpo de los espejos, bebemos la memoria en sorbo de bosques, cielo azul en el armiño, los pies en el mito del resplandor del tallo gutural de la balanza, las palabras útiles encerradas en el sostén del suspiro. Estamos sitiados por el palpitar de las piedras, de pronto las ramas levantadas del alfabeto, el tren del éxtasis de los senos, el atajo de las campanas en la contraventana del azogue: todo nos es dado en cada pulgada de camino recorrido, el árbol que murmura en el arrecife; la voz se hace enigma en los lóbulos, intermitente roca en el torrente de los muebles: llegamos hasta aquí con el sueño hasta en los calcañales, ay el placer de los vilanos en el calor del cuerpo, de los cuerpos frente al desasosiego de los ojos, convertidos en esfinge, cielo en la pira del aliento, miel cristalizada en la albahaca del cuaderno; nos baña esta suite de murmullos: el brasero en la sábana del césped, los días de pájaros colgados de los aleros de la lengua, la saliva a punto de ser anillo al dedo del gozo, por encima de la nieve que traslucen las ventanas del horizonte; nos volvemos a la sangre del pan diurno, a las sombras domesticadas por los zapatos, la lámpara negra de los cabellos, dispersa en la sabana. El tiempo nos mira con su follaje de cántaros, a manos llenas el diluvio de las pupilas, los ojos desplomados en la luz, quizás el pubis trastornado en su propio vitral cárdeno. Nos hemos acostado sobre el mimbre de cada pálpito, sobre la bandeja de la tierra, en la sed bestial de las colinas que llegan a la boca. Vos suspirás junto al muérdago que se eleva hasta las sienes, entreabierta, casi inconsciente disfrazada de barcos seminales. —Vos y yo, aquí, quemando los calores del bosque, llenos de mundo e islas aladas; vos, tatuada, frontal al tren de las gaviotas, con la fuerza ilimitada de los relámpagos, con jadeos que pulverizan los sentidos, viento oblicuo como el suspiro del tumulto de la ráfaga, cumbre donde la luz se vuelve éter. Nunca fue en vano el tapiz de la canela bajo los poros, el furor permanente de los sentidos, la enumeración de las aguas mientras nos entregamos, mientras sangra la luz del sueño. Después de todo, volvemos soluble la noche petrificada, salpicados de rieles, desvelados en el desvelo de lo prodigo; hemos ganado el vencimiento a la muerte, despiertos caminamos sobre el océano precipitado en las venas: en el trayecto quizá volvamos a la noche, pero hemos caminado sin reparar en la luz y en el frio, en la respiración de los durmientes, en los pinares de peces, sin enloquecer de incendios forestales. Yo sólo quiero subir a lo escarpado de tu ropa y saberme ahí, rociado de tu cierzo.
Del libro “MOTEL”, 2012, (Inédito) 170pp
© André Cruchaga

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