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miércoles, 10 de mayo de 2017

DESQUICIO

Imagen cogida de la red





DESQUICIO




Llueve en el desquicio de los sueños más profundos: pequeños pájaros
de tinta muerden las aceras, allí donde también echan raíces las colillas.

El sudor carcome las costillas, los golpes ardidos que producen
las falsedades, la amnesia indeterminada del hambre,
los truenos impotentes de la lejanía: siempre hay espectros imposibles
que acuchillan en la oscuridad;
siempre hay ventanas deshaciéndose en los dolores de cabeza, o apagando
sus patologías, o mordiendo con desesperación la propia esquizofrenia.

Da miedo el pozo donde acaban todas las historias.
El tiempo que nos condena a la polilla aniquila toda posibilidad de centellas.
A la hora de pensar en el país, surgen calles y pensamientos inmundos.

Se vale reír después de todo.

Se vale repetir de memoria fechas solemnes, la purificación de algunos moteles,
las opiniones sobre el escalofrío, la domesticación del caos sin regateos.
De pronto me da por pensar en los aullidos del crepúsculo.

(Cualquier herida en el aliento es inaudita.)

Desde el sueño uno aprende las palabras que forman las funerarias.
Nada es ajeno a la existencia de lo inevitable, a la pequeñez del infinito.
Tampoco son extraños los paraísos posibles de los analgésicos.

Anoche, de pronto, me encontré con el fundamentalismo de la carcoma.
Algo queda en mí, después de todo: el hollín que se acumula en los epitafios.
Barataria, 2017

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