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sábado, 15 de abril de 2017

DELETRO DEL CAMINO

Imagen cogida de la red





DELETRO DEL CAMINO



Sumergido en ese pozo de los ojos, el deletreo abisal de los caminos.
¿Hacia dónde el diente no arquea la lengua, ni retuerce
la perpetuidad del granito? ¿En qué hambre se mutila el hambre
de los cuchillos, la voracidad desnuda de las osamentas y la bruma?

Comienzo a entender la desnudez que rasga las ojeras. Los códigos de sal.
Sumo el éter en el hueco de una lágrima.

A veces sólo me interno en lo visible del crepúsculo y sus trapos viejos.

(Alguien me dice que es época de segar los esfínteres.)

En los ojos, la ruleta rusa a punto de cortar la garganta. Al cabo es así.
Amarillean las noches descarnadas y la contrafigura de los espejos;
en la aridez, sólo soy huésped de lo inútil, de las sombras que nos dejan
las vísceras, de su orilla en la ondulación de la saliva.

Es casi segura la dilatación de las pupilas y el jadeo postrero que exhala
el perro frente al zumo de mundo que suelta la perplejidad.
Entonces desaparezco en medio de la neblina de la noche: interpelo 
al horror y a su boca de furia y a sus repartidores de cansadas víctimas.
El filo vomita en mis brasas.

En la entretela de los vértigos, florece el humo espeso de la ceniza.

(Siempre es mi alma la que late en silencio, aunque no exista mi nombre.
Un instante al revés para ver el alba. Aun en lo remoto lo inextinguible
de la tierra, la tierra embriagada de mi sangre.
Qué más, abrir con vehemencia el infinito, la claridad apenas de lo incoloro.
Deletreo el camino mientras huyo: la desnudez siempre desvela)…
Barataria, 28.II.2017

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