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lunes, 3 de abril de 2017

CARCOMA DEL SONAMBULISMO

Imagen cogida de la red





CARCOMA DEL SONAMBULISMO




Hinchado de carcoma se insinúan los sonambulismos y su regocijo de grito.
Una carcajada desanda la piedra pómez de los caminos.

Siempre alrededor las alambradas del miedo y las sogas enrolladas
al cuello y la luna amarilla colgando de los párpados y los relinchos líquidos
del espejismo y los güishtes hurgando en los sentidos.

Trepan las campanas calladas de las telarañas, los pespuntes inválidos
del pellejo: cada cicatriz arrastra ciertas demencias, ese nosotros evasivo
del hollín en pequeños candiles de querosene.

Ante el prójimo envejecen las ropas según las paredes que nos ciegan
de adobes y bahareque, según la argamasa del grafiti que no cesa.

El dintel de la melancolía se nos muestra convulso, casi como una calle
atemporalada de pantalones solos y altares inenarrables.

Con todo y la aridez de los incendios, me vuelvo al precipicio del musgo
invisible quizá porque allí puedo andar descalzo.

—Todo tiene sentido cuando sangra el juelgo de la infancia.
Hay evidencia del amargor de los escotes y de las arrugas retorcidas
del parpadeo: azota el hosco gargajo de los rebaños y el tiempo mísero
entre los dientes. El atrio torcido de los brazos.

Sangran las rendijas de la respiración y la esquina divisada de los afueras.
Jamás la oscuridad deja de golpear como un metal compulsivo.
Empapado de calles no siento los ojos, ni el sarcasmo del cielo prometido.

(A ella siempre le digo que se aleje de mis pestañazos de locura,
o que guarde mi pálpito sin anteojos, en su ombligo)…
Barataria, 14.II.2017

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