Imagen cogida de la red
DESTINO DEL VIENTO
No hay
rumbo, ni horizonte, ni barcos, sólo el viento y su sal de espuma.
Existen
lentos litorales alrededor de los ojos, lentos mástiles
despedazados,
lentas hojas movidas por la brisa; sobre los escapularios oscuros
de los imaginarios,
las anguilas muertas sobre la mesa de un antiguo muelle
como monedas
o cementerios.
Como el
sinsentido, los dientes del viento y su boca de piscuhas ciegas,
como una
instantánea de luz, el grito febril de las banderas,
como amante
sonámbulo, móvil alrededor de las fotografías: extraviado,
igual que el humo, o
las palabras que apenas asoman en la fatiga.
Uno nunca
sabe qué rumbo toma entre los tantos vacíos de los huesos.
A veces
camina como un ventarrón de cuchillos y da miedo su audacia.
A veces
arrastra amargas heces y rostros de encendida impaciencia.
Despierta y
camina como hambre demencial.
Remienda o
derrite las esquinas líquidas de las rosas: no hay ruta, ni calle ilesa,
ni edad en
esta vastedad invisible.
No sé qué
juegos juega, tampoco sé de la estampida de esa voz que levanta
los
sombreros y hace de ellos pájaros despiadados.
Todo posee
una línea imposible de distancias, de frondas y catástrofes.
(Avanza sobre las sienes el lenguaje coloquial de
las ventanas, la respiración
y el parpadeo: tiembla el cuerpo en su oscilación,
muda su disfraz debajo
de pelucas cansadas de tráfico. Nunca estoy a
salvo aquí.)
A mi
alrededor nadie que dé sombrita, salvo la condición de víctima.
En algún
lugar, vociferan amontonados todos los vientos y mi propia claridad.
Barataria, 15.V.2016
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