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martes, 28 de junio de 2016

JUEGO DE DISTANCIAS

Imagen cogida de la red





JUEGO DE DISTANCIAS




Siempre acontece en el bolsillo de la memoria ese juego de las distancias.
El pulgar de los manuales me sirve para darle vía al vaivén de las hormigas.
En la blandura de las palabras procuro descifrar la eternidad,
esa densidad de puertas a la altura de la muerte;
de la piel apretada u olvidada, los ríos profundos, dilatados de la lejanía.
Nos sangran los brazos hechos puño frente a los manotazos de la ceniza.
En algún sitio, nos tortura la sed de los bolsillos y la memoria de la ausencia,
pero también las linternas que desangran el grito,
cuando hieren el basalto del aliento.
A veces uno juega al clamor de unos brazos quemados, extraños y oscuros
como la tristeza cansada de su propia sombra: alguna duda de dolor cabe
en medio de los puntos suspensivos, entre una grieta y otra, entre la ebriedad
de la flama y los inquilinos del tiempo.
No sé si allí tiene sentido el hollín de alguna elegía, o la lengua posesa
de un epitalamio, o el hombro del pez hurtado del frío, o el hueso infatigable
del alma con su mundo definitivo de revelaciones.
¿A qué jugamos, después de todo, cuando el vómito arrecia como la tarde,
y las distancias se convierten en aforismos muertos cruzando el horizonte?
Luego de vivir un alud de filos, y ver mi cadáver agónico en medio de la zarza,
qué conciencia quedará indeleble en las paredes,
en cada uno de los caminos de la locura, en la ciega bandera de la luz…
Ondean los gemidos del horizonte en el amarillo del desatino.
Barataria, 12.V.2016

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