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TREN EN VILO
Los rieles hechos de aliento, de
olvido, de recuerdo, de lluvia, de
infancia.
Hechos de fuego, de ramas, de
chiriviscos. También de abanicos e infinito.
También de relámpagos entre la
niebla tallada por el humo.
A través de los sueños, esta voz
vieja de la madera de los durmientes.
Salta a la vista, el gemido de la
luna entre los cuartones de la melancolía.
El tiempo está enrollado en los
innumerables ladrillos del absurdo.
El candil de ayer hace su trabajo
de recuerdos: vivo, claro, como un escarabajo polvoriento, especulando sobre
los fríos de la noche,
o derritiendo los deseos a la
hora del desayuno.
Entreabierto el balcón de los
ahogos, el fuego que todavía no entiendo
de la levadura, o la deriva en el
cruce de calles de las estaciones.
Frente al espejo pasa la
claridad, el viento del tren entre mis dedos…
¿Es demencia cada objeto que
salta en el techo de las antípodas?
Zarpa
la mosca implacable sobre los
amuletos: esta suerte de tránsito hace más hondo
el vilo de estar aquí, a expensas
de tantos imaginarios.
Uno no sabe, por cierto, cuántas
mendicidades vacían el tórax.
Hay lugares donde son remotas las
gaviotas.
Hay territorios como el de la
memoria, de inasibles almohadas y litorales.
Cada quien palpita según la
intensidad del paisaje que le rodea.
(Me confieso cómplice de platicar con mis sueños, quizá por los
sofocos íntimos
que auspicia, quizá porque son los que habitan mis espejos.)
Barataria, 24.III.2016
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