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sábado, 3 de octubre de 2015

CREPÚSCULO ALADO

Imagen cogida de la red




CREPÚSCULO  ALADO




Culpa sea del ojo que acarrea a su vestíbulo, el éter del tiempo y el bagazo.
Culpa del cuerpo en cuclillas frente al espejo y a la gran sartén del hambre.
Culpa de la claridad y los güishtes de luz que arrancan las pupilas.
Culpa el roce de alientos en el azaroso cuerpo que rompe las campanas.
Culpa la sombra del despertar en los rincones disueltos del desenlace.
Culpa del pájaro exacto de la sed y su estática y húmeda nostalgia.
Culpa del ascua o del rescoldo cuya pira posesa inmola la piedra legendaria:
(“Solo me fue dado rastrearte por la huellas peligrosas de  la hermosura;
y extravié los caminos y en ellos me demoré;
hasta olvidar que sólo eran caminos, y yo sólo un viajero, y tú el fin de mi viaje.”)
En el nudo ciego del magma viví el caos que producen los agobios;
pulsa el pájaro de la vida sobre caminos de exhaustos hervores.
No siempre la razón puede explicar este laberinto de plural zodíaco,
ni apagar el chorrito de luz inédita que brota de las esquinas del aserrín.
Desmontados los ojos del caballo desvelado de la clandestinidad, el brebaje
de lenguas incontables, y la necesaria efusión que provoca la batalla.
—Alguien nos llorará después consumidos nuestros cuerpos.
Debajo de la sábana te desvelan los agobios prolongados de este tiempo:
todas las despedidas de los que partieron sin descanso. (El crepúsculo tiene
la avidez, —no obstante— de tu desnudez que juega con mis sueños.)
Es como una inmensa ciudad “de fuego arrebatado a los dioses”…
Barataria, 26.IX.2015

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