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domingo, 6 de septiembre de 2015

PEÑASCOS

Imagen cogida de la red




PEÑASCOS




En el sermón del granito, la sombra como un clavo encanecido en mis sienes.
El tiempo se encarga de superponer diversas igniciones.
Ahora lacera el cuerpo, todo el badajo áspero de los farallones, la sombra
apócrifa de la niebla en mis costados,
la sastrería derretida de la lluvia en el ojo perforado del vacío.
Brama el cuerpo ante los dedos rompientes de la piedra adentro del vértigo,
o de la fosa ataviada de imanes.
No sé si tiene sentido el montón de fotografías que llegan a mis ojos:
el camino destruido, el tren inverosímil de las embarcaciones, la yedra amarga
de barcos, la ceniza abundante en el pájaro del tejado.
Uno no se encuentra a diario con columpios, alelíes o trencitos de madera;
sino con el grafiti oscuro y desafiante en los hombros, con la neblina y ceniza
en la epidermis, con esas ojeras danzantes de la noche en derredor del aliento.
Todo sueño y memoria son transitorios hoy en día; en el espejo de la sed
el paraguas presentido del viento, o solo el artificio de la sombra en la boca.
(Ante el aullido únicamente queremos enguantar nuestras debilidades;
devorar la maleza que trae consigo la muerte,
desenmadejar las muchas infancias perdidas en el ovillo de la historia.
En este nido de piedra, se suicidan los cofres de la soledad, y las sombras
con sus horribles erecciones y las brasas con sus exhaustos estertores.)
No sé si mi sombra pueda seguir calzada con féretros, a espaldas de los sueños.
Barataria, 29.VIII.2015


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