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miércoles, 19 de agosto de 2015

CUADERNO IRREEMPLAZABLE

Imagen cogida de la red




CUADERNO IRREEMPLAZABLE




Absorto, frente al punto de partida, el cuaderno irreemplazable de los trenes;
cada rostro y sus ansiedades en la memoria, las ruedas de la caligrafía girando
alrededor de las uñas del viento.
No he cambiado de cobija, ni de cementerio: no he cambiado este cansado
País; en las alas se hunden los dientes de las osamentas,
la cuchara de los miedos, el lamento de sal en el invierno de los ojos.
Tantos nombres escritos en el cuaderno de la pobreza: uno no aprende a vivir
cada día sino a morir, desde la rosa de barro del hambre, las fotografías
del mundo colgadas en cada página del pez que galopa en la noche.
En las crines de las viejas alcantarillas del aliento,  las palabras y sus jerarquías
descomunales, los supuestos que memoriza la mesa,
y esos extraños designios de la máscara.
No existe otro cuaderno, sino esta acumulación de tiliches de las semanas:
el cansado fuego de las estatuas, los ascensores extensos de la oscuridad,
el desalojo insondable de las flechas,
o la nada que nos da su ponzoña de espejismos. Siempre quema lo imposible.
—Vos sabés de toda esta penumbra de los espejos.
Sabés de todo el polvo que ha acumulado la escritura, sabés de los centenares
de bocas y fríos que juegan a las canicas y los brazos.
(Por mi parte, pienso que el cuaderno de la noche me es fiel: el tul de las calles
cabe en los huecos de mi aliento.  de sol a sol, tanteo en las paredes)…
Barataria, 11.VIII.2015

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