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martes, 5 de mayo de 2015

DESTINO

Imagen cogida de la red



DESTINO




Uno vive los días con cierta vehemencia: ignoro si el destino es esta asfixia
diaria de sueños, hambre, historia. El tiempo se adentra en uno con barba
extensa de comensales sin un calendario expedito.
Me asomo cada vez más, a ese tiempo de trenes de la tarde. Frente a la multitud
el frío de las aceras, la irrealidad de los puentes colgantes del pensamiento.
A veces se acentúa la ternura en los tejados.
Hay ojos por doquier que miran los rincones del aliento con tenacidad gótica.
(A veces quisiera incinerar todos los pecados que nos agobian, la mesa vacía,
los asesinatos, los patios de las casas sin juguetes. Ese lado oscuro del alba
y pensar sólo en el yo del otro, sin las borrascas ebrias del viento.
A veces quiero borrar las muecas del infinito.
Sé que hay oscuras bestias en la melodía abisal de la muerte.)
De pronto no distingo entre el transeúnte común y el verdugo. Entre lo efímero
 y la espuma, entre los enfermos de sueños y los pañuelos de las sombras.
Ante el querer ser, los ojos vacíos debajo de la luz.
A veces es tan claro u oscuro como el aliento de la patria. A veces tiene linderos
de piedra y papeles membretados de notarios siniestros.
En toda la bruma, el agua extraña de las estaciones con su baratija
de alcantarilla: aturdido en la claridad, cada delirio es diferente, cada furia.
Ahora sólo pienso en el pájaro que se ha muerto en el pecho, en los miedos
que tare cada movimiento, en el pasmo de los zapatos, pensando en mamá.
Siempre es horrible una sonrisa en medio de la muerte…
Barataria, 30.IV.2015

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