Imagen cogida de la red
FOSA
Cada día cavamos nuestra fosa
junto a la inhospitalidad de los relojes.
(La ceniza es como la inocencia perdida en los caminos enormes que
hace
la luz entumecida de las fuerzas abatidas por el tiempo.)
La infancia irresuelta apresura
mis pasos junto a los extraños nudos
inmovilizados por el frío. ¡Nunca
escarmiento de los golpes!
Es inútil que lo diga, pero la
indiferencia me indigna, (vos) lo sabés cuando
enmudecés de golpe sobre los
adoquines. Por supuesto, sé que la conciencia
no es fosa neutra, sino una
tierra en permanente litigio.
¿Existen en realidad los seres
que llamamos santos? ¿En qué muda ciudad
viven y conspiran? ¿Tienen en su
osamenta la voluntad de un cadáver?
Cada día suicido las telarañas de
las paredes,
vomito el pájaro de mis
obsesiones, le susurro a las alucinaciones desconocidas.
Cavo incesantemente mi huida: la
luz es poca en esta lluvia de tierra.
Es tan abundante la nada que
hasta en la ropa transpiro su hedor…
Barataria, 23.X.2014
Magnifico poema, André, como gustaría tener tus libros.
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