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lunes, 21 de octubre de 2013

PIEDRAS

Imagen cogida de la red




PIEDRAS




los árboles inmóviles
abrazan fuertemente la sombra que los sostiene.
PAUL  ÉLUARD




¿sirve para algo morder los calcañales el lado oscuro de la piedra que sirve de lecho el ruido de la puerta fregado por las manos aquella siempre puesta de sol sobre el cerro? camino adentro del río se ahogan los pájaros calles aquélla manchada por el semen inerte de los techos aquella que tiembla en los ijares pegada al muro de la espera del primer claror de los gallos aunque haya luz existe cierta oscuridad en las faenas pronto se ha secado el andamio de los sueños pese a que la cosecha de los pies nunca acaba nunca deja de ser arado el venir o ir arder en un instante en torno a la resucitación en los años venideros allí no habrá campanas por más que se escarbe en la brasa o se mueva el badajo del calendario —pierdo y pierdes echando ceniza al presente debajo de las bóvedas la andanza del cuervo el búho a deshora del sofoco los ásperos grises de la feligresía acostumbrada a los atrios con fetiches ¿quién sale ileso de los poyetones y el tizne? ¿quién compra  en el merca do de pulgas la alegría la clientela el aire la esperanza? entonces uno deja de ser servil ante los azadones —mirad la cosecha que nos trae el trajín del vinagre la mercancía del sexo temprano y su secuela piromaníaca: a veces todo es sombras el ciprés vencido del olfato el gajo de trementina en desbandada vos que hojeas el revoltijo de letras junto al viejo crucifijo que alumbra —dices— tus penas siempre me ha gustado caminar en medio del mal tiempo: sé que para alguien uno nunca es santo de devoción da igual cuando ya uno ha recorrido largo trecho siempre oigo al viento cuando aprieta mi pecho después de todo siempre ando en cercanía ahora más cuando piedra y luz son cárdenas claro que el mundo es implacable la gente es implacable salvo excepciones uno vive con el miedo a flor de piel desde luego no son nuevos estos altares ni el hisopo que quema las encías ni los estragos que dejan los calores furtivos: uno termina por llenarse de imágenes y sombras a veces hay necesidad de ponerle pespuntes a los pulmones y untar azucarada a los ojales de la ignominia la herida como las palabras son entrañables: entrañable la siembra y el hallazgo de fósiles en cualquier parte el ojo se extingue en la noche pero aún conservo mi ternura pese a los despojos trato de salvarme de las asperezas y de las piedras del momento ningún paraíso es reloj de pétalos sino un lugar apocalíptico donde abundan ecos corroídos y valijas con oscuros trapos (hoy lo entiendo cuando también mis entrañas están a punto de emigrar) mientras respiro lo insoportable reconstruyo la almohada con todos los  disfraces: cuando deje de estar aquí pensaré en otras introspecciones tengo hambre de piedras para soportar otro siglo…

Barataria, 20.X.2013

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