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lunes, 8 de abril de 2013

SUBSUELO

Imagen cogida de la red




SUBSUELO




Vedme, ya se abre la pared de adobe y la puerta infinita; allí,
los pasos firmes todavía y la estación madura con sus aperos.
(Son fríos los equilibrios anticipados, el incienso inédito del cuerpo,
y todo lo difuso que ahora pueda tener el tacto.)
¿Es el surco la morada última del otoño, los navíos y el mar del tiempo?
¡De qué dolor asumido viene el páramo,
Y todo el fuego de las sombras del aliento? —Empiezo a ver lo remoto
del estiaje (me deslumbra el grano de oscuridad) hay un paisaje idéntico
a la madera sosegada,
ahora, ¿vuelve lo íntimo a mis ijares, el ventarrón de la coz?
Yo, (en el deletreo mientras llueve) —La sed y el hambre jugando
a sus tiliches, debajo del regazo anochece el descubrimiento de la luz.
En la mesa del ritual, las incontables promesas de rodillas, fiel —si se quiere—
la tierra convocada, la noche en su amalgama de cieno.
¿Puedo inmolar la altura de mis zapatos, sus kilómetros de tránsito?
(La existencia siempre es una bella metamorfosis) —Yo, distinto e igual,
a la primera luz y a la última del fuego: es suficiente la calma y la lluvia
que enfunda el aliento,
—me entrego, sin más, a esta suerte de vitral imposible.
(En adelante, todos mis desatinos serán en la caverna. Así sea el coro
del moho, y el oscuro taburete del despojo.)

Barataria, 08.IV.2013


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