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viernes, 21 de diciembre de 2012

LA POESÍA SIEMPRE ES UN EJERCICIO SOLITARIO

Fotografía de  James Nachtwey






LA POESÍA SIEMPRE ES UN EJERCICIO SOLITARIO




escribo desde los objetos solitarios sin nombrarlos sin que sean parte de mí o dejen de ser en mí lo inminente la nada es monolítica en esta confusión de zapatos salgo a pescar la sobremesa ya no en el diccionario sino en el guijarro o el vilano en los andamios donde posan los dioses o las máscaras en la sartén donde la claridad es indigencia y arde la espuma en los güishtes de la extrañeza  trabajo las palabras y los sentimientos oliendo los rincones del alero invoco las tormentas y aviento bocanadas de memoria sobre mi cuaderno: jamás puede ser de otra manera esta poesía esencial sobre el río de soles moribundos sobre el río quemado de los ojos y la coz putrefacta en la boca del cántaro derruido (nadie puede quitarnos el derecho a soñar y morder los centavos de herrumbre en el peltre de los hospitales sin tomar en cuenta la fosforescencia de las luciérnagas: ante la insolencia o la procacidad me da igual el ajuate o una piedra la estrella entre los grises de la ventana o la lluvia azotando la puerta) ¿Quién puede reinventarse sino es trabajando en su propia desnudez en el funeral de turno que presiden las horas en ese barco del yo que marca el ritmo y los giros de las llaves? A menudo los poetas nos ponemos tristes ante la perplejidad nunca es dócil la paciencia que asalta a los jardines me alimento de esas extrañas alianzas del estoicismo aun cuando sé que el reloj me sorprenderá en cualquier momento en la complicidad bebo las dosis de fuego necesario para transpirar el mercado y los viejos balcones de la lluvia a punto de deshacer las enciclopedias así repican los rostros y los brazos que han pasado por mi aliento todo el diluvio apagado de las palabras la intemperie inmóvil profunda del cuervo desahuciado en la ceniza  la crucifixión oprime la ansiedad de mis zapatos hago proselitismo frente a los sombreros, al corsé que me prende de ausencias los sostenes escarban en mi vigilia y ese oficio de ausencias purulentas que en definitiva prolongan el desatino de la gota de aliento del catecismo abisal del resfrío quizás desde la vaguedad de las sombras desde mis amores terribles e indelebles el poema después de todo reconstruye la lava hundida en la leche de los trenes: la voz en solitario alguna luz hay en los cabellos negros de las campanas algún grito irrenunciable después de todo vos sos el poema verde en mis pulmones  el anónimo espejo que envuelve mis escombros el otro tiempo  tímido de la vigilia ahí en la oscuridad de la cópula todos los gestos de la escritura y esos filosos orgasmos de la anáfora

Barataria, 19.XII.2012



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