Imagen
tomada de lacomunidad.elpais.com
AL TRASLUZ DEL CANDIL
eran las
alas frenéticas en los huesos los gestos sobre las algas los ojos en los
lunares de la noche las pude ver desde los neumáticos ahogados de las aceras
desde los pájaros hirviendo en la ceniza junto a la pared encarnada del tiempo:
eran sombras y eran días nuestra herida
en la viscosidad de las palabras ¿recuerdas ahí los paralelos exactos
del vientre el trópico en la boca vacía
de las sardinas? —tenlo por seguro: nadie puede entender el galope de tinta en el
rumor del cuaderno de los poros nadie puede entender el aullido de dos cuerpos
salpicados por el tintero ni por las ventanas desde donde se ve el césped ni
los minutos acorazados en el cuerpo ay
los días que desembocan en el río los días incendiados el casco de los minutos
en la bocacalle del aliento ay los días en la sed de los sentidos dónde
aventamos los zaguanes las calles en vísperas de la desnudez la arenga de las
municiones del pálpito ¿quién nos une en esta dispersión de manos en esta
vertiginosa infantería del ombligo cuando nos desplazamos en razón del fuego? sobre la campana incesante de nuestra propia
sangre quitamos el guardarropa de los casquetes polares y le damos lugar a los hidrantes a que hagan
lo suyo en nuestro haber nos olvidamos
de los minutos para que las sombras sólo sean ese fermento de arriesgarlo todo:
la ilusión es irreversible en el zambullido
de las cámaras de la esperma así lo dice la piedra del delirio desde el
paroxismo subterráneo de los espejos luego que avanza la fuerza del
sonambulismo el terciopelo del élitro la luz en explosión de párpados todo nos
amarra al medio punto del cofre todo es alta respiración en la solapa de la
garganta ay cada sombra derramada en la arboleda del bajorrelieve de los
cuerpos arqueada te pareces a los colores incandescentes a la hoguera obstinada
de las melódicas y a ese colibrí de fuego asido al pecho que cruza el tapial de
la tarde y nos da nombres y nos convierte en enredaderas como esa honda
persistencia de los almanaques nada nos queda después sino ese instante de
yerbas pulsantes y la boca con estrías y el arcoíris exacerbado en los
sombreros del acuario donde los trenes beben las distancias ay este oficio de
la memoria: recordamos siempre al trasluz del candil el jardín de la risa con
sus flechas amanecemos llamándonos erguidos ante la trompeta de la epifanía
sabiendo que la luz es desmedida y que para el gozo es una conquista diaria por
eso releemos las parábolas sin ninguna codicia…
Barataria,
28.XI.2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario