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jueves, 29 de noviembre de 2012

AL TRASLUZ DEL CANDIL

Imagen tomada de lacomunidad.elpais.com





AL TRASLUZ DEL CANDIL




eran las alas frenéticas en los huesos los gestos sobre las algas los ojos en los lunares de la noche las pude ver desde los neumáticos ahogados de las aceras desde los pájaros hirviendo en la ceniza junto a la pared encarnada del tiempo: eran sombras y eran días nuestra herida  en la viscosidad de las palabras ¿recuerdas ahí los paralelos exactos del vientre  el trópico en la boca vacía de las sardinas? tenlo por seguro: nadie puede entender el galope de tinta en el rumor del cuaderno de los poros nadie puede entender el aullido de dos cuerpos salpicados por el tintero ni por las ventanas desde donde se ve el césped ni los minutos acorazados en el cuerpo  ay los días que desembocan en el río los días incendiados el casco de los minutos en la bocacalle del aliento ay los días en la sed de los sentidos dónde aventamos los zaguanes las calles en vísperas de la desnudez la arenga de las municiones del pálpito ¿quién nos une en esta dispersión de manos en esta vertiginosa infantería del ombligo cuando nos desplazamos en razón del fuego?  sobre la campana incesante de nuestra propia sangre quitamos el guardarropa de los casquetes polares  y le damos lugar a los hidrantes a que hagan lo suyo  en nuestro haber nos olvidamos de los minutos para que las sombras sólo sean ese fermento de arriesgarlo todo: la ilusión es irreversible  en el zambullido de las cámaras de la esperma así lo dice la piedra del delirio desde el paroxismo subterráneo de los espejos luego que avanza la fuerza del sonambulismo el terciopelo del élitro la luz en explosión de párpados todo nos amarra al medio punto del cofre todo es alta respiración en la solapa de la garganta ay cada sombra derramada en la arboleda del bajorrelieve de los cuerpos arqueada te pareces a los colores incandescentes a la hoguera obstinada de las melódicas y a ese colibrí de fuego asido al pecho que cruza el tapial de la tarde y nos da nombres y nos convierte en enredaderas como esa honda persistencia de los almanaques nada nos queda después sino ese instante de yerbas pulsantes y la boca con estrías y el arcoíris exacerbado en los sombreros del acuario donde los trenes beben las distancias ay este oficio de la memoria: recordamos siempre al trasluz del candil el jardín de la risa con sus flechas amanecemos llamándonos erguidos ante la trompeta de la epifanía sabiendo que la luz es desmedida y que para el gozo es una conquista diaria por eso releemos las parábolas sin ninguna codicia…
Barataria, 28.XI.2012



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