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PUES TIENES UN NOMBRE, EL VIENTO, EL MAR…
Pues sí en medio de la multitud tu nombre el viento el mar desparramado entre todos los llamados del conjuro que nadie entiende sino en el llamado de nuestras bocas eso explica nuestras manos invisibles en las antinomias y las múltiples cacofonías de los zapatos sobre las baldosas eso te explica poesía inquisidora los muros que el día levanta frente a los dientes acá allá la cárcel apretada del alfabeto las esquinas de los perros ladrando por aquí mordiendo el bozal del quiasmo el hablante en la primera persona del hambre —mientras nosotros los de siempre a prueba de bala del deletreo del azar jugando a la mitología de los naipes al cielorraso huérfano de la sonrisa muriendo como se muere en una noche de desengaños a la hora en que pasan los cuchillos disfrazados sobre la mesa —me preguntas si hay raíces en el ritual de la llave de los pétalos o en la tos desesperada de los trenes y yo simplemente digo no lo sé porque nada está escrito aunque existan alrededor de nosotros salmos y proverbios y otros manuscritos de dudosa procedencia alguien nos pone a prueba cuando dibujamos gaviotas sobrevolando nuestras penitentes invocaciones o cuando derramamos la tinta sobre el cuaderno y la corroe la humedad entre el viento y el mar el mar irisado de las sombras de la espuma la sal desprendida de la vastedad el azúcar creciendo en el costado la similicadencia desafiante la artesa sobre la mesa de mis manos el cielo en la soga del propio cuello la onomatopeya en el paralelismo de la paradoja como dos encajes entresacados de tus curvas —diréis, quizás, viento sobre el césped purificado de la fantasía el horizonte indivisible de los paralelos y esta suerte de escarlata que nos desafía el eufemismo en el retrete de la personificación de pronto tallamos la paranoia sobre el rostro de la piedra la misma que horadó el semblante de don Alonso Quijano sin que se percatara de las dunas de la madrugada esa claridad rediviva de las sombras el gajo de saliva en la andanza del tiempo a punto de convertir el sofoco en un altar de ceniza de pronto la deshora es una mercancía en desuso en un mercado de pulgas
Barataria, 02.X.2012
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