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miércoles, 31 de octubre de 2012

CORROSIÓN

Fotografía: Lázaro Aguirre





CORROSIÓN




En el metal sangrante de los espejos ondean las manos de las lámparas en posesa armonía cuando caen las plumas de las estrellas nos envolvemos en la frazada del nosotros que habita en la gota de sudor del alambique frente al muro del calendario quemamos el arcoíris trastornamos el misal de la ceniza y lo colgamos de la plenitud del cielo de la omnipresencia del misterio digital del algoritmo  debajo de los ríos hay ojos descuajados y una infinitud de piel hundida en el aliento como un pincel en el caballete de la garganta con el ajuar del destello de los poros en el cuello nos anclamos de sol a sol en la redención de Rimbaud en el capitel de las palabras los horcones de la quemazón en la tinta en la corporeidad de una melódica en las estribaciones del clímax cuando el alfabeto moldea la alberca en la metáfora del jinete de la cerámica bordada con los juncos de la respiración por supuesto que la brasa es sólo el continente del cíclope de la saliva corriente en desbandada del saqueo de los casquetes polares de los zapatos el lanzallamas del crepúsculo nos parece una ráfaga moribunda en medio del duermevela de la sábana acostumbrada a los tsunamis de los ajetreos  a esta voz que nos amanece como trementina después de despeinar los portales del cielo entre tantos pálpitos y pulsaciones las estelas mayas en nuestra estantería los días de balcones de jade el timbal con el espejeo de las reminiscencias nunca claro llegamos al hartazgo de la tarde ni a contemplar las horquetas del horizonte salvo que las mismas nos sirvan de peldaños para entrar de nuevo al cuerpo blanco del violín de la gravitación de la hostia claro que comulgamos con el alba y respiramos en la arquitectura del vitral de las consonantes desclavadas del caballo de la campana del zigzag la corrosión es entonces ese deshacer las banderas y hundirnos en la cobija del barandal de la resurrección: arde el regadío afilado del pubis huelen los arrayanes dispersos por el viento

Barataria, 22.X.2012


martes, 30 de octubre de 2012

ARDUA LA NOCHE. ARDUO EL AMANECER

Imagen tomada de ziza.es





ARDUA LA NOCHE. ARDUO EL AMANECER




Era ardua la noche. Era arduo el amanecer. —Amargo ceño.
Era fiero el granito frente alba. Era el fin donde moría todo anhelo.
Toda la vida de entonces. Todo el día en la porcelana del tacto.
Eras tú terriblemente inclinada, oscura, despojada del viento,
—transparente barco, sin serlo ya. Rostro sin inocente sonrisa.
Era el fantasma de nosotros vuelto ficción. Era la calamidad
del amor como una dura piedra Enmascarada en la fragilidad
 de las mejillas. Era la película irreal a la que jugamos —horribles
sombras en el dolor de ambos —matorrales de fatiga, pálida sal
 respirada en los ojos,  o magma quizá, acumulado en tanta deshora
cansada de espera. La oscuridad a borbotones como un tren
en marcha sobre  rieles de olvido y carbón…—ansiedad de precipicios.

Era ardua la noche. Era arduo el amanecer. —La respiración presa.

El entresueño se enredó en el crepúsculo. Absolutos, plenos,
no pudimos oponernos a su augusta realidad. Siempre nos movió
la contrariedad de lo invisible: Siempre ahí el destino sin manteles
en la mesa, siempre ahí agolpado el invierno de los contrarios.
Siempre triunfante la pena, absorbente el sumo de la duda.
De tanta rotación y tránsito se nos hizo el abismo: —la edad
desgarrada del latido, la herrumbre inaudita del calendario,
la palabra vuelta grito, y los sueños como ardorosa brisa de hormigas.
Alrededor,  de pronto, calles difusas, calles dispuestas al caos:
—heridas donde los pájaros morían de enfermedad, árboles ajados
donde la noche pegaba sus ladrillos, sin posibilidad de escupir
sobre las sombras, sobre ese espectro que simula nuestros pasos.

Era ardua la noche. Era arduo el amanecer. —Jardín perdido.

Nunca entre mis manos fue más posible la luz. Nunca el ala fue
tan profética en mi camino y, sin embargo, aguja se hizo;
una especie de tortura o simple albañal de un artificio. Nunca
la lluvia o el fuego fueron otra cosa, sino ceniza —ceniza, amiga,
donde los ojos sepultaban el arco iris del viento…
Hay una cruz en las pupilas que encalla en los ojos. —Adustas
páginas como paredes se leen en la memoria. Días sin narices,
emergen de cuartos oscuros, —días de feroces labios agonizando.
Aquí el silencio se cierne como orina de cadáveres: debajo
de ellos, —de esos espejos cristianos, cadáveres—  mi voz
seguramente dirá tu nombre, mi voz morderá el subsuelo
y las estrellas. Dirá tu nombre en el jardín de la noche, velará
tu nombre y hurgará en la saliva fría del calendario…

Era ardua la noche. Era arduo el amanecer. Ambos lo supimos,
y sin embargo, los sueños inundaron la sangre…

Barataria, 08.IV.2009



lunes, 29 de octubre de 2012

DESPEDIDA

Fotografía AC





DESPEDIDA






Alguien dibuja en el borde de un papel esta ciudad
donde lame su destierro.
JUVENTINA SOLER PALOMINO




Todo está dispuesto para dejarse: —Nada se lleva
uno de esta tierra, sino a lo que la tierra va entre
un techo de madera y sueño profundo. Entre
un pecho callado y la carne yerta, rígida, sin el tono
material del pensamiento.  Sin eso  que se llama
adiós. Sin ese sentido de la ropa del cierzo…
La claridad apaga el azul encendido de su propio
pabilo. Arde la nube que se va, la suma de cuanto
ha ardido en el ascua. —Parto en el sonido
del ciprés; cuelga de las sienes el viento; un día
cerrado lame el cuerpo, otro día amenazado por
tu sombra.  Me voy en la lengua del horizonte,
sin hacer un alto en la música amarilla de los altares.
Me harán falta tus manos entreabiertas en el pecho:
el sonido tibio de tu forma en mis pupilas,
también la puerta de tu rostro como un barco.
Nadie despide a nadie alzados en el sueño —nadie
habla ni mira —ni uno ni otro— se inmuta frente
a la noche que apenas empieza a vivirse…
El agua del pálpito es inminente bajo repetidas
axilas de dolido óxido. Uno y otro sin desliar ojos
y oídos. Uno y otro en el diálogo que no llega
porque se lo tragó despacio la espuma
o la esfera de los días, o el repentino cansancio
de la materia, o el silencio de las campanas.
Nunca fue posible el pan con franquicia.
Siempre los pómulos del grito rompieron la garganta.
Siempre la falta de luz en las sábanas de la aurora.
Siempre en la respiración de las ventanas, hubo
un cuerpo y un tiempo sin alma,
siempre faltó el barco de la ternura para quitar
la dureza de las criptas y el encaje de los horarios.
Siempre en la ilusión nos invadió la ceniza,
y jamás pudimos ser mar, césped, o niños
imaginando un mundo mejor entre rostros diversos.
Siempre la tierra nos llenó de bruma —de pronto
hemos sido esa bruma encallada en el día.
Así,  es mejor caminar sin despedidas para ahondar,
sin ahogos, en el silencio. Caminar sin pavor,
ni obstinados tules de sombra…
Ahora quiero caminar, despacio, a la orilla
de los muelles, oír la espuma en su vuelo verde,
bajar mi memoria al agua hasta sentir la sal,
reposar mi pecho en la mirada de las olas,
hundir mis manos en la habitación de las gaviotas,
abrazar el agua que sube a mi aliento…

Ahora me voy, clavo mi mirada en los espejos:
—mi propio espejo, que acaso, transparenta los espectros
de esa nostalgia por los muelles…

Barataria, 14.II.2009


domingo, 28 de octubre de 2012

IMPERTINENCIAS

Imagen AC




IMPERTINENCIAS




Siempre caigo en la tentación de morder el ojo de la noche en el abanico del cierzo: sé que molesto con la avidez de mis palabras con la costumbre de contar los peces uno a uno como si fuesen girasoles en el tiempo de la siembra una a una muerdo las agonías que me conjuran el gemido que brota de las luces del musgo las luciérnagas que aúllan junto al perro afiebrado solo quiero trasegar estas aguas traslucidas apartar los cuchillos ahogados del excremento salir de esta perenne escupidera y tener a mi lado el ciempiés de la ternura no sé si el reloj que marca mi hora es real o sólo un espejismo si no es fermento de mi propia negación si no es sólo sudor esta cadena insomne parecida a los anillos de la melancolía voy entretando sacudiendo el petate de mis propias muertes: la sucesiva noche de las lámparas arrastrado por el ojo que no me ve orillado en una cúpula de brumas a punto de ser únicamente tinta en el cuaderno ahogado jardines negros donde me doy a tropezones me quemas me quemas me quemas en un vaso de hormigas uno a uno a uno a uno el renglón de los vilanos las esquirlas de la flor de las once la sal recién parida después de tanta alegría día a día le arranco la repisa a los armarios esqueletos de café tiñen mis dientes no caben en la taza todas las fotografías ni los alfileres enajenados del pensamiento ni el rodaje del acaso en mis manos allí allí allí en aquel puerto en aquel puerto de raíces azules el aire y el pájaro y el viento y la luz de tu cuerpo como un tambor de arcilla en algún lugar hay caracoles de tinta con ese frenesí que golpea en todas las páginas del cuaderno en algún lugar el torso de la luz de tu pecho en mis ojos cada alfabeto es un velamen de nuestras propias bocas hurto de las ventanas el río de encajes para desliar el lecho de los coágulos y repoblar el lecho del nudo ciego que susurra en el crepúsculo ante cada resistencia la densidad haciéndose protagonista de los barquitos sobre la corriente del aliento

Barataria, 19.X.2012


sábado, 27 de octubre de 2012

DURMIENTES

Imagen tomada de la red




DURMIENTES




Pero aquí arrancados de la sed los durmientes desgastados sobre las piedras y los dedos desdibujados del cielo nuestro maltrecho mundo de charcos estáticos rieles sobre los cuales encallan las campanas y la mudez de nosotros hasta el tizne ahora que lo veo la saliva doliente el alma y sobre ese cordel metálico hay que enfriar la temperatura de la esperanza en el fondo también las palabras dilatan la hondura o la enjutan en esta sombra de la madera no hay misterios si acaso navajas que aúllan cuando masticamos las piedrecillas del grito el moho rastrero de los calcetines o el anticipado amargo de la breña  con tal franqueza me deslindo de las herraduras de la reverencia ya solo tengo cansancio en esta equitación de abanicos destorcidos y hasta de atrevidos golpes  que brotan insomnes en la respiración no sé si todo perdura o hay relevos en este desierto irrevocable de lejanía  en las tantas alegrías o tristezas en la oscura cebolla que de pronto toca el aliento en la simple constelación de la noche allá cuando el vaho muele la herida que ha hecho el aserradero de la nostalgia a veces forcejeo con las estaciones debajo de las leyes de la almohada me quedo  esperando la catarsis del calendario me sumerjo en la alborada de la noche con las quejas propias de la miseria  y es que desde el deletreo de los durmientes el harapo dormita en su esplendidez de monarquía luego espero las indulgencias del karma por si acaso aunque ya es tarde para el ala entre matorrales luego del olvido no quiero ni recordarlo no quiero escribir sobre la madera que entra a la tierra entre túneles y destrozos en el remolino que me sujeta rompiendo mis propios altares después de todo quedan las fotografías colgadas de la conciencia quizás alguien les de vida en la arcilla poniendo la escalera sobre la mesa sin menguantes quizás después de todo este dolor sea un día accesible a la luz y de regreso la humedad vuelva a ser tinta en el cuaderno el navío que no fue en la confusión de las aldabas

Barataria, 19.X.2012


viernes, 26 de octubre de 2012

DESPEDIMIENTO

Fotografía Lázaro Aguirre




DESPEDIMIENTO




Guardo este paraguas de alfileres en la envoltura del techo de la ceniza por si en el desván solo caen monedas resignadas monedas de sueño los renunciamientos a la ahora del nosotros las cucharas emboscadas por la muerte estos locos días convocados por el subsuelo de los cristales por la campana invertida debajo del silencio ahora elijo entre bocanadas de herrumbre puñales de irreverente lepra por donde avanza el traje flotante de las turbias urdimbres de la hoguera  no es rareza volver a la aridez de los nombres esdrújulos ni a este mudo concierto de máscaras: enumerar los días sin solfa sudar la constancia de los guijarros morder de pronto las puertas corredizas de las promesas sin que emerja el semblante del sonambulismo: las muertes diarias que uno retrata en los sueños en cuyas manos se obstina lo ilusorio me quedo aquí con brazadas de agua consumida y el lamento de la madera en el serrucho y el tímido pan cerca de mi boca alejándose de la ráfaga de toda puerta por donde despunta el viento me despido en lo posible de la geografía de los trenes de esta lluvia de ataúdes en ráfagas: cuando quise la mesa llena entraron de madrugada los acordeones de la sal y una proa de astillas rompió la fragancia y cuando todo pasa o sucede también se queman los dientes de las indecisiones la pústula de los aromas rotos la fascinación por la piedra pómez o el simple golpeteo de las telarañas de pronto lo sabía: cuando las sombras cobran vida solo nos queda la existencia de la ausencia la hostilidad de las sartenes el frío en la calle que nunca cambia de pañales o el presente resbaladizo de las aguas pero es que siempre lo supuse: entonces ya no queda ninguna hazaña súbita ni aquel inmóvil bosque sacudido ni aquel anillo en movimiento de las embarcaciones ni aquella condición de construir el futuro ¿habrá otros minutos sin hachas? En la bodega de los zapatos sin embargo el aguacero otra tinta cavando en el cuaderno otras noches débiles atroces coces del grito sobre la montura del aliento así respondo y me despido y qué importa si es entre los fósforos mojados de la intemperie si en lo profundo hay arraigo de puertos y astilleros

Barataria, 18.X.2012

jueves, 25 de octubre de 2012

EL TIEMPO

Imagen tomada de la red





EL TIEMPO




¡La hora, por favor, dígame, dígame el tiempo
para rodar cantando,!…
MIGUEL ARTECHE




Alguien inventó el tiempo en sobres de azúcar. Alguien lo cristalizó
en las estatuas. En la garganta de las ventanas aparece la ciudad:
el espejo que el reloj trata de lamer en distintos rostros.
Alguien se encarga de deshumanizar la conciencia arrinconándola
en las alcantarillas donde los roedores levantan paraguas
con residuos de cunetas y aguas lluvia de lo indefinible.
En las aguas de los sueños flota lo vivido, golpea su campana anclada
en los ojos: aquí la sangre moja los pasos, los pájaros
que se apoyan en los balcones, los árboles oscuros del vino tinto
                                                                                        disgregados en las venas…
El tiempo sin empleo para masticar el hambre está aquí. Alguien
lo desenreda y lo hace errante;  la aurora aparece en los límites del cardo;
el fuego con sandalias deshila los calcañales, convierte la tristeza
en ciego arado y no en delantales de ternura.

Los días son esos ojos espiando la noche donde los escudos del sueño
pierden sus pies y las cejas se convierten en una rara palmera;
cada minuto perpetúa su deshora, —rehenes de un cielo sin dinteles;
el cosmos arrastra los minutos en una agonía de alfileres.
Y por más que alguien niegue su leche de espejos y fructifiquen imágenes
inútiles, el tiempo está ahí herido en la ceniza de su tumba.
Aunque su rostro nos parezca una silla con veraneras,
cada quien lo desea para convertirlo en un suspiro del escombro. 

En la lluvia los ojos clavan su epifanía. En la tierra se abre el asombro.
¿Quién recobra en él los litorales finales del pan repartiéndose
en pesebre de caminos? ¿Quién hace un puente de miel en las heridas?
¿Quién interpreta los faroles de la lluvia con su derroche de violines
en cada gota de incendio? El tiempo con sus alfileres punza en el corazón
hasta nublar el ansia de pequeños agujeros
                                                                            [—sangrante fuga de los sueños
que la luz no detiene en su desvelo, sino en perpetuo duelo.

Alguien lo inventó desterrando los secretos de los labios. Alguien
lo hizo crepitar y desató caminos de incierto trino; rompió la hierba
y convirtió el júbilo en un poyetón de extraña locura.

“El tiempo de aprender a vivir ya ha pasado”… El dolor impregna
los pies del viento; el hambre es como el amor que no encuentra sosiego
en este extraño siglo del suspiro global.

¿Quién puede pintar trenes que no sean grises, —tormenta avasalladora
de la deriva, si el planeta inicia la semana con escritura siniestra?
Alrededor de las sienes giran guantes de metálica garganta;
el olor de los crisantemos parece un sombrero solitario,
las piedras florecen de espalda a los jardines, el vaho traspasa
las sábanas de lo indecible con la impunidad que caracteriza a la basura.
¿En qué lugar los indefensos cultivaremos raíces
para despertar intactos al día siguiente? Por suerte los ángeles
carecen de manuales, cada quien elabora su propia profecía,
cada quien palpita a su manera en este viaje de la conciencia…

Barataria, 05.X.2008

miércoles, 24 de octubre de 2012

RESPIRACIÓN PERSONAL

Imagen tomada de bancodeimagenesgratis.com





RESPIRACIÓN PERSONAL




Hay sitios también para respirar el sudario de la herrumbre lo sabes ahora que hay vientos y muros fuertes alrededor de los signos del tiempo tras el fondo de la heroicidad perdura la alucinación de la noche con sus despiadadas fechas desde ayer ya no son iguales las paredes ni las palabras que escribimos debajo de las sábanas ni las sombras invadidas de las aguas del combate hay el tiempo que todo lo atestigua porque la luz siempre es advenimiento hay tiempo para escribir el diario de viaje con el rostro buscando llaves insondables: jamás hemos pertenecido a los náufragos sino a la rama donde cabildeamos el destino el mismo que nos anuda en el cierzo dentro de las dos sombras de la profecía es inútil que nos traguen las arenas movedizas del ojo ajeno con el hígado en las manos cada quien sostiene la avidez incondicional del apetito la estrella que aprieta el apostolado del celo envuelto en esta sensación de ciénaga la bisagra de la telepatía es un hecho diurno de linternas por donde la memoria inhala rastrojos de córneas sometidos a la deliberación de la esperma hacemos del eco silogismos: no hay terceros excluidos sino principio de identidad entre una premisa y la conclusión existe una constante lógica: las manos acuáticas en medio del suspiro que se adueñan del paisaje sin vacilaciones a la adivinación de la sed deviene la memoria recurrente del mordisco y la leche filial del césped que blanquea los rincones de la piedra hasta las doce campanadas del pájaro que arde en la oscilación del sueño cada respiración es una escalera donde respira la historia con los ojos gigantes de los dos hemisferios las pupilas están a punto de romperse: mis manos no caben en todo el tiempo tuyo o abren en demasía las alas del día la lámpara que nos habita al filo del follaje y se posa ahí en la seriedad del búho en vigía de la grieta del encaje hasta la siguiente infancia de las palabras y entre sueños y aventura el viraje hacia tus manos francas serenos peldaños del júbilo exactas como el despojo de la ropa en la punta del desnivel del sueño

Baratria, 15.X.2012
 

martes, 23 de octubre de 2012

TROPIEZOS

Imagen tomada de rodisi-byn.blogspot.com




TROPIEZOS




A fuerza de tropiezos y reveses
la piel de la esperanza se me enfría.
ANTONIO GALA




Como el cuenco de la sed, el fuego en el vuelo. —Lluvia
de gaviotas sobre un mar de risas; palabras que no permanecen
en el aire, ni prolongan los brazos, ni ahondan en la grieta
de la noche. Cualquier cosa es posible cuando se rompe
el cordón umbilical del rocío…
Los caminos moviéndose en la órbita de los ojos; el cuerpo
cada vez más cerca sólo de recuerdos: En la luna de la memoria
se juntan los espejos; con la palabra, la voz,  invoca al viento;
con la tinta, todas las sombras que no caben en los ruidos.

Ayer el vuelo era como un día sin grises.
La muerte tenía menos días y fantasmas…

Ahora la tierra me encuentra vivo por casualidad. Vos y yo
viéndonos en los tragaluces de la edad: Puertas antiguas donde
apenas vemos el arco iris, calles de piedra donde tambalean
nuestras sombras. Ayer las manos abarcaban plenamente la lluvia;
ayer el mundo era un barco con cuadernos verdes; ayer el frío
no titubeaba en los poros, ni los perros atravesaban su propio
aullido en las paredes. Ayer las pupilas eran palabras inaugurales,
—centellas de la propia vida, sombreros de las horas: Techos
para albergar la desnudez de los espejos.

Ayer el vuelo era como un día sin grises.
La muerte tenía menos días y fantasmas…

Como una boca al cielo, el suelo desfondado, de inmenso funeral.
Junto a la áspera breña sobre las piedras, la noche hosca
mordiendo las paredes, el aire mudo sobre la espuma que lo abraza.
Allí vibra la madera del tiempo, la propia materia entre sus aguas.
Anochece en el rostro y con la ropa a cuestas. —Detrás un fondo
de póstumas miradas, litorales de polvo, ríos del grito apagándose
en la garganta, jardines que fueron, sombras que ya no son.
Los días queman como un hierro candente en la carne: quema
el mar, queman las palabras, quema la lumbre de los fósforos,
quema la sombra que se rompe para que el alma sea libre…

Ayer el vuelo era como un día sin grises.
La muerte tenía menos días y fantasmas…

Como el último paso, el suspiro en el tránsito de su propio ataúd.
Las botas de combate en el armario, el juicio mío removido,
bebiéndose a secas, sin ropaje,   trenes de respiración proscrita.
Y es que, al final, aunque nada se apague, la conciencia restaura
todas esas codornices del sueño a manera de que el sol siga
en áureo esfuerzo, prodigando sus hilos de color sobre los ojos.
Al final uno no sabe si gana o pierde con tantas ausencias:
no  se sabe aunque la memoria de pronto se convierta en placenta,
o que el rocío en su hábito desvele las semillas. Los días y mi voz,
de pronto, son esa arcilla que la brizna revela en su inclemencia.

Barataria, 09.IV.2009
 

lunes, 22 de octubre de 2012

CAVERNA

Imagen tomada de ojodefuego.blogspot.com





CAVERNA



¡Me ahogan estas cosas,
me matan de dolor estas escenas!
JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN




Avancé solo hacia la lluvia escribiendo cartas de espesa neblina,
bajo la noche nadie hablaba conmigo, salvo la misma noche
con tazas de prolongados bostezos, salvo la misma lluvia
zarandeándome los sueños entre glosas y epitafios y lamentos.
En este afán de viajes inconclusos, he ido perdiendo los segundos
de mis días y este silencio, —de siglos, de ferrocarriles, se ha hecho
salvaje e inhumano, eterna lengua sin zapatos, historia oscura.
Entonces, la historia me hizo más confuso, las máscaras patrióticas,
el sinfín de los relámpagos en las vocales de los periódicos.
Los ataúdes de cansada vida parecen detonar catedrales sin
renunciar a los albañales del día y a las ingles de los sombreros.
No faltan calles que acompañen esta congelada flor del abandono
y la deshora de la lágrima que turba como el calendario.
No faltan ventanas donde concluyan las miradas, ni ojales
para perderse en el borde  de las líneas de un país inconcluso.

Sobre los espejos he llorado algunos siglos. Todavía Dios supura
en la sal de las olas, en el tórrido folclor de los domingos,
en el futuro de esta hambruna —infatigable maquinaria del caos.
Después de noches incesantes, la noche sigue con sus cabellos oscuros,
con su toalla mordiendo al prójimo, con su vieja moneda de póker.
La deshora se aproxima en mis sienes. Y, pese a ello, guardo
todavía cartas para enviárselas a esa ración del calendario,
a ese tragaluz inventado en mi caverna, a esos barcos que se hunden
en el horizonte dejando las aguas dispersas de las olas…

(Hacia qué huesos ensaya mi cabeza su temperatura, hacia qué
machacadas hierbas, el aliento empuja las bocas, y la sombra
de los aserraderos disuelve el espanto de la madera y el olor
a trozos de abejas y a horas de sufridos golpes, hacia qué trocitos
de pájaros, las tablas de multiplicar se vuelven instrumentos
necesarios para sacar  los baúles de culpa debajo del silencio.)

En mis propias cavilaciones zumban los analgésicos su hidrocefalia.
En algún lugar remoto,  las cartas seguramente tienen  alguna perennidad
más allá de los martillazos del consciente y no son muecas del delirio,
como este escribir, hambriento, solo y con una morgue a cuestas.
Ahora los murciélagos del calendario se amontonan en mis sienes.
Ahora entre barricadas de basura, la esperanza inventa inviernos
para lavar el diccionario y reemplazar los muros por ventanas.

Ahora mis seres queridos devalúan la claridad de las lágrimas.
Es decir, mi destierro en la misma tierra, rodeado de adoquines,
asfalto y puertas.  Quizá merezca mi carne todos los reproches,
quizá deba buscar en los armarios el rostro de antes, y el oficio
de hablar con las paredes, dispersarme en las   pupilas
de tantos ojos, lavar secretamente la memoria de mi travesía
y decir un adiós rotundo a este magma donde los colores
se arremolinan para hacer de la boca un aliento de flemas
o simplemente, una sombra donde cielo y tierra se juntan.
Barataria, 09-10.V.2008.