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sábado, 11 de agosto de 2012

LECCIÓN ESPIRITUAL

Doña Rosa Serrano de López,
Fundadora de librería Clásicos Roxsil, El Salvador.





LECCIÓN ESPIRITUAL



A doña Rosa Serrano de López, in memoriam.




Era ya de tarde cuando logré llegar a la librería. Doña Rosita me hizo entrar, luego pase a la salita donde ella recibía con suprema amistad y generosidad a las visitas. Atrás de mí, un vientecillo suave, agradable, se dejaba sentir. Maestra y escritora sin afeites. Colocó un libro sobre mis manos, —escriba algo y fírmelo me dijo. Se trataba de El Libro de oro. Para mí, la primera vez que hacía algo semejante y que alguien, como ella, me tomaba en serio. Antes, lo había sido mi maestro don Luis Gallegos Valdés. Después de esa tarde, regresé con alguna frecuencia. Y, entre libros, compradores y venderos, siempre estaba doña Rosita, presta y diligente a la plática. Para muchos que empezamos a escribir allá por la década de los ochenta, ella se convirtió en un abrigo, diccionario y sabio amanecer. El zaguán de su sabiduría siempre estuvo abierto a la luz y a los predios de la palabra. Con ella germinó el almácigo de mis libros, los traía de cualquier parte del mundo para entregarlos, ponerlos en las manos de lectores, escritores, poetas, etc. Ella supo, como pocos, interpretar la herida existencial de mi poesía. Entendía perfectamente el desvarío de los poetas con una perspectiva tal que sólo ella, persona auténtica y poseedora de una delicada sabiduría, podía hacer. Sé que se nos ha ido y, sin embargo, nos queda su presencia, su impecable vocación de árbol. Silvia y Roxana siguen repartiendo los frutos de ese árbol: los libros que siempre engrandecen la Patria, tal como lo pensaba doña Rosita. Se nos ha ido la compañía, el abrazo fraterno y la jardinera mayor, pero queda la vocación como un salmo en el espejo. Queda la madera recia del alfabeto en cada buenos días que se desprende de los libros. Ahora me sumerjo en el atajo de la tinta: ella está allí con su respiro de alas, no con la mortaja. Ella está allí, en la mesa, en completa armonía y en la estrofa que el tiempo eleva a ventana de espeso follaje. Un día de estos el sueño se hará azúcar en su presencia. Será tinta fundamental en el proverbio de la historia.

Barataria, 11.VIII.2012

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