Cualquier campana castra ahora los adjetivos, prescribe espejos de concavidad
nublada, y fecunda noches de hondas expiraciones; sobre el césped,
hay bocanadas de libélulas, inviernos conjurados por la lívido,...
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DISTORSIONES
Abigarrado el cristal de las ausencias cuando lo que tenemos son sedantes y remiendos de la brasa que quema nuestras sandalias. Cualquier campana castra ahora los adjetivos, prescribe espejos de concavidad nublada, y fecunda noches de hondas expiraciones; sobre el césped, hay bocanadas de libélulas, inviernos conjurados por la lívido, trencitos de madera con muñecas de trapo, unidos al obsceno follaje de la ausencia, élitros desfondados en el sombrero del maniquí irrestañable, promontorios de hormigas en la yugular orgásmica del firmamento, muletas ahuecadas de la metamorfosis de los amuletos con tabaco del búho en la deshora encrespada de la noche del pájaro que muerde la piedra pómez del entrecejo del trueno memorable del bisturí del hartazgo. (Tras el viento, supongo, todo es opulencia; las barberías redondas de la luz, el bar donde los amantes con divanes póstumos mordisquean su sexo, las pesadillas de la adicción de los meteoros, el cabeceo de los satélites de la Vía Láctea, la voz del deseo girando en la barra show del alfabeto difuminado en las caderas multicolores del tatuaje derramado en el azul calcinado de los dientes.) Han de callar, seguramente, los cangrejos del pecho al cruzar los torbellinos de las cascadas del País que se desmorona en el grito, de la gente que abre sus vísceras y exprime el vaso de las linternas. La desmesura, al final, es destino del bagazo; me río cada vez que la lluvia se vuelve mi paracaídas, mi propio estofado de buganvillas.
Barataria, 02.VI.2012
André,
ResponderEliminarComo siempre, un placer leerte. Es tan exuberante tu prosa que te hace pensar un ay mil veces si lo que acabas de leer es lo que de verdad has leído…
Me maravillan tus libélulas y tus tatuajes enrevesados. Tus hormigas en el firmamento y –sobretodo- que la lluvia sea tu paracaídas.
Difícil de digerir y hermoso para deslizarte –despacio- por cada una de tus frases y cada una de tus palabras: enorme.
Un beso,
Ann@ Genovés
Sin duda, Anna, amiga gran poeta, es el traspatio de la subconciencia la que hace todos estos enredos. Aprendí, desde mi infancia a extender las alas y usar las ramas de los árboles como trapecios o, si se quiere paraca+idas para los golpes se amenguaran. De pronto me miro y sin más, saltanm desembarazadas las palabras, libérrimas como el racimo del viento que choca en mis párpados.
ResponderEliminarTe agradezco la visita y el comentario con toda humildad y cariño.
André Cruchaga