Nunca han sido de mi agrado, tienen olor a muerto; los esquivo cada vez
que se disfrazan de semáforos, cada vez que el sudor me aprieta los calcañales,
cada vez que la convulsión se vuelve dinastía, profunda fragancia del disfraz.
Imagen tomada de/centrodelaimagen.wordpress.com
ALTARES
¿Es acaso la prédica la salvación del alma?¿Tiene fronteras el pensamiento y la conciencia? ¿Deshabilitamos los estigmas en la hoguera o es solo otra forma de vaciar nuestras pesadumbres, lograr cierta ingravidez como la espuma en el aliento? Por cierto, dejaron de conmoverme: sólo en la cama creo en los sincretismos, siempre la duda salta como una sombra de mil años. A mí me da por la diáspora cuando se juega a la tristeza en los altares, prefiero un precipicio y no el misterio, y no estas ondulaciones de máscaras vacías, y no lo irreal cuando se busca el respiro. Me asfixia el humo de las candelas, la marea de santos y apóstoles, el doble juego de las serpientes en el pantano. El cadáver de la muerte es otra cosa y nada tiene que ver con la muerte: prefiero discurrir como animal solitario con mi monólogo, a perder la lucidez del vuelo que tanta falta me hace a la luz del pálpito. Según sé, la demencia tiene su propia belleza: en lo alto de los gallos, el aserradero, no la oveja envuelta en telarañas, el arca del calendario centelleante en el polvo. Nunca han sido de mi agrado, tienen olor a muerto; los esquivo cada vez que se disfrazan de semáforos, cada vez que el sudor me aprieta los calcañales, cada vez que la convulsión se vuelve dinastía, profunda fragancia del disfraz. Me resisto a dar explicaciones sobre mi ternura: sigo muriendo en los callejones del viento, sigo por si no lo sabían con este asco que me provoca el infinito.
Barataria, 22.VI.2012
André,
ResponderEliminarComo siempre que te leo –que no es tanto como quisiera por falta de tiempo- inundas mis sentidos y mis sentimientos con tus elucubraciones insospechadas y tu fluidez literaria a prueba de bombas.
Te da “por la diáspora” hablar de una cosa que de otra. “Los altares” es magistral: retrata una etapa de la vida a la que no deseamos llegar y que a la vez es inevitable si la vida va –como dicen que tiene que ir. Lo dicho, eres un maestro. Besos, amigo,
Ann@ Genovés
Querida amiga, Anna: La poesía, como la tuya o la mía, siempre lleva consigo esos almácigos de polen a punto de hacerse visibles en la escritura.
ResponderEliminarCada vez que me dejas un mensaje, de lectura, me siento bendecido: pues que no todas las personas dejan su huella. La vida es tan compleja y, la realidad, pues, no deja de ser una alacena para el poeta que cuenta desde el poema, su vívida existencia.
Un abrazo agradecido.
André Cruchaga