Desde siempre hemos andado, en el entrecejo, la cruz de la noche
como una aguja, como hojas tardías sobre las semanas de vapores incesantes.
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SALVACIÓN DE LA LUZ
Ante todo hay que hacer del pálpito, luz duradera. Ante el tiempo anclado en calles retorcidas, es necesario hacerle justicia a la claridad: nos hemos desvelado en la servidumbre de la noche, —nosotros hemos sido ese gesto doméstico para que nos domine en complicidad la sombra del pájaro agorero y el susurro inútil de la ceniza. ¿Podemos restituir, acaso, los años perdidos, la sed en la hondonada del vejamen, con el frío moviéndonos como una hoja de árbol desapegada de la rama que la sostenía? ¿Cuánto tiempo hemos perdido respirando heridas, amaneciendo en medio del escombro de respiraciones calcinadas? Desde siempre hemos andado, en el entrecejo, la cruz de la noche como una aguja, como hojas tardías sobre las semanas de vapores incesantes. Ahora, con este ejercicio del poema, podemos salvar las palabras, salvarnos de las escenas apocalípticas de los antros, seguir la marcha hasta encontrar la puerta abierta del túnel que hizo de nosotros, vencido vinagre, deslucido sosiego del susurro. En tanto pasamos estos veranos paralíticos, pongamos el mantel sobre la mesa, lavemos las tumbas oscuras del polvo, caminemos sin desgastar nuestras armaduras. Salvemos la luz ascendiendo al barco donde concurre la luz, al tren donde el aire se descontamina, al derecho de volvernos alacenas comestibles.
Barataria, 05.IV.2012
Salvemos la luz, sí. Un poema pleno con un final optimista para estos tiempos convulsos en los cuales caminamos demasiado en medio de las sombras y del caos.
ResponderEliminarUn poema que actúa como un mantra o una plegaria.
Felicitaciones
y Un abrazo desde la poesía
Ana
Gracias, Ana, por tu comentario. En efecto, el poema va por esa vía:salvar la luz, la razón, el pensamiento en una época de grandes cinismos. Un abrazo,
ResponderEliminarAndré Cruchaga