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lunes, 2 de abril de 2012

ARQUEOLOGÍA DEL ALAMBIQUE

Nos hemos vuelto adictos a la poción de páginas en blanco: caminamos
en la desnudez del óleo, en las amarillas convulsiones de las pupilas,
en el poema de larvas que se anticipa al cuerpo.
Fotografía de Pedro Garrido
Imagen tomada de la página virtual/escapadarural.com





ARQUEOLOGÍA DEL ALAMBIQUE




Hasta la profundidad de la tierra, el cielo del alambique en el horcón sumergido de la embriaguez. Tembloroso el techo y líquido del paisaje donde pasta la pupila insomne de la irrealidad rigurosa de la reminiscencia de ventanas huracanadas; la antigüedad inhóspita no asfixia, al punto que las palabras gravitan en la respiración intoxicada del guarumo sostenido en las manos. Nos hemos vuelto adictos a la poción de páginas en blanco: caminamos en la desnudez del óleo, en las amarillas convulsiones de las pupilas, en el poema de larvas que se anticipa al cuerpo. Hacemos arte y ciencia con nuestros monumentos: los horarios son impecables en el quirófano, el bisturí que desconcierta en la noche, todo el peso del cuerpo colgado de la luna transitiva mudando historietas rítmicas, gemidos y henchidas palabras. Después, multiplicamos los recuerdos, esa fiebre húmeda chorreando los poros, prolongando el paso del mediodía hasta la taberna del pubis. A partir de ello, cobra vida el delirio de la existencia: dos cuerpos termales, al unísono, bebiendo la imprecisión torrencial del paisaje, el chorrito de obsesión del invierno.

Barataria, 02.IV.2012

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