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viernes, 2 de diciembre de 2011

ANATOMÍA DE LA HERRUMBRE


Crece la piedra alrededor de la boca, la perennidad del escondrijo,
el hervor de la noche en las llagas fatigadas,
la basura a mordidas del alma, las mismas palabras del despojo.
¿Y qué decir de la inclemencia, de las flotas de pus transitando
en el dolor, de lámparas que palidecen cada mañana,...
Imagen tomada de Miswallpapers.net




ANATOMÍA DE LA HERRUMBRE




Atroz historia venidera,
¿en qué manos estamos, cuántas trampas
tendrá que urdir la vida para seguir viviendo?
JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD




Y qué de la mesa de otoño en el mantel de la herrumbre,
sepia el trino en este viaje de maletas purulentas,
herido en las llagas del murmullo, sal retorcida en los zapatos,
hierro sinuoso en las baldosas de la lengua, perros carcomidos
por la sarna de las laderas,
lámparas a media asta del declive, sin más responsos que el folio
de las osamentas, la claridad ensombrecida por las sombras.

Y qué del litoral duplicado de los féretros, caídos en las manos
del despojo, calcados en la salmuera de las puertas,
en el marchito ojo de los candiles: inciertos cuadernos como frutas
podridas, maduras de tanto caer en el tarro inaccesible
de compuertas hechas de cascos y naufragios, de respiraciones
sucedidas, cercenadas por la broca del aliento.
En las paredes está dibujado el reloj de las sombras, los meses
cerrados de las ventanas, las luciérnagas redondas de las agujas,
todos los golpes que se han ido acumulando en silencio,
la escoria con su espesor de neumáticos: giro en el vaho liso
del vómito; es densa la verticalidad de los metales, las tantas
coordenadas difusas del tacto, la amenaza que broquea la lucidez
aparente de los domingos;
en los rastrojos de los pañuelos, las llaves ciegas de los ascensores,
el sol desgastado por el forcejeo de vigilia y paredes,
la sonrisa, ¿dónde aspiramos a la sonrisa, cuando todo se ha vuelto
constante barro de amenazas, escrutinios de escoria,
lanzallamas de zozobra, sábanas para albergar la destrucción?

Crece la piedra alrededor de la boca, la perennidad del escondrijo,
el hervor de la noche en las llagas fatigadas,
la basura a mordidas del alma, las mismas palabras del despojo.
¿Y qué decir de la inclemencia, de las flotas de pus transitando
en el dolor, de lámparas que palidecen cada mañana,
proscrita la luz en las aceras, en el hombros donde se carga el sigilo?
¿Qué divinidad nos puede devolver la transparencia,
qué calle no es una maquinaria de oscuridades hoy en día?
¿Qué salmo está ileso de este inframundo, muerde solapada
en cada esquina de la neblina, días de absurdos amarillos, sepia
el falso jardín de los encajes, las aldabas del matorral, los pasos
al vaivén del sigilo, sangre coagulada en el rostro?

Vos lo sabés después de caminar tantas noches de óxido,
sordas miradas de horizonte, peces hundidos en las aguas,
los besos colgando de hisopos oscuros, como murciélagos sobre
la grava del olfato, a punto de cruzar la noche.
¿Y qué decir de los tantos inviernos acumulados en las paredes?
Una tras otra la sorda estridencia, el firmamento de lo árido,
este turbio cobijo de mi propia anatomía que se ha vuelto parte
duplicada de la infamia, tumba del sueño…

Barataria, 01.XII.2011

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