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martes, 1 de noviembre de 2011

FECUNDACIÓN


En el mantel del tiempo se incuban pájaros benignos,
Sino también, venas acribilladas en los cascos del sonambulismo,
Ventanas unas tras otras, como diapositivas letales: tanta belleza
sumergida, vapuleada, hendida, en el paisaje de las sombras.
Imagen tomada de Miswallpapers.net




FECUNDACIÓN




Porque ese cielo azul que todos vemos
Ni es cielo, ni es azul, ¡lástima grande
que no sea verdad tanta belleza!
LUPERCIO LEONARDO




Para comenzar el día, aquí en los ojos, el vuelo solar de los azacuanes,
la mañana con sus granos de verano, la faena del sueño fecundada.
La luz que doy en cada mano del poema, ventanas hacia
las semillas de la tierra, hostias en la hoja de papel de la respiración,
pese a no respirar sólo posibles, sino crepúsculos en medio
del paisaje, la naturaleza muerta de todos los días, el bodegón
de la memoria en cestas de contados minutos.

En el mantel del tiempo se incuban pájaros benignos,
Pero también, venas acribilladas en los cascos del sonambulismo,
Ventanas, unas tras otras, como diapositivas letales: tanta belleza
sumergida, vapuleada, hendida, en el paisaje de las sombras.
De la nube o el viento, de la calle o las aceras, del vitral
o la vitrina, nace también el caballo de la sombra, anzuelos
en paredes, durmientes de trenes sumergidos, amarillos pájaros
en el poema, áridos insomnios sobre el ala viviente del tiempo
que asoma con interminables pañuelos, acequias de fuego hechas
con sombríos azadones, máscaras casi con lamento de luciérnagas.

(Nacemos en el barro desde dentro de la sombra; el delantal pródigo
nos da la respiración en medio de minutos amnióticos,
sabemos de aguas desde los encajes nacientes del semen,
cruzamos enramadas como si el paisaje fuese real, como si al recordar
también fecundáramos las paredes encaladas de la magia,
el todopoderoso de las estribaciones del aliento,
la ventana de la preñez de las gaviotas en el arroyo agónico de la noche.)

En cada estación el tributo a la huida: el despojo de la ropa
es parte del tributo a la desnudez, a las ramas del arco iris después
de la tormenta, al subibaja de los aromas cuyas alas trepan al celaje
del cántaro de barro con agua de manantial;
en cada belleza, la relatividad de las telarañas, la alacena del colibrí
en el aire, la ponzoña de las madrigueras,
el espantapájaros en el estiércol, hondos, ocultos incendios,
desde el ápice de la lengua hasta los tobillos, desde la demencia
habitual, hasta la caída al suelo junto a los rastrojos del gotero.
Todo el amanecer nos fecunda de ventanas; también lo hace la noche,
—tu cuerpo de girasoles, luz donde no caben las pupilas,
abiertos ijares de la sangre al tiempo de la rama que ladra en el perro
y mastica los ahoras dolientes, el fluir del paraguas en el espejo,
el río derrumbado en los poros,
el candil confeso del asombro al momento del sonido vertical
entrando al poyetón, al momento de poner los dientes en esta hambre
de colosales proporciones: el principio del sueño convertido en final.

Barataria.noviembre de 2011

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