—Vos, yo, da igual cuando se viven mundos de fuga permanente,
diurnas sombras en los albañales, sigilosos movimientos
hacia la noche: a ello agregamos las raíces quemadas
de los sellos postales, el candil con su flama oscura,
acaso tren devorado por el silencio; a cada hambre de sombreros...
REVELACIÓN DE LA SOMBRA
…con frecuencia se da el caso
de que a la vuelta el velo se desvela.
ALFONSO CANALES
Tras el surco de los años, la cosecha, acaso, revelación
de la sombra omnipresente del andamio, de la cama o la ventana:
ya he caminado largo camino de sueños buscando el fuego
que escapó de mis manos, los días que en la marcha gastaron corazón,
estaciones y calles.
—Vos, bajo qué eucaliptos presencias el mundo torvo de la saliva fermentada,
bajorrelieves del surco en el tacto,
lazarillos de la esperanza en medio de la borrasca,
ropa que el aire muerde anticipadamente.
En cada paso que doy, las sombras se hacen evidentes:
sombras amanecidas en el pájaro de las palabras, anticipo de peces
y niebla en los ojos, aguas que desnudas migran en el eco frío
de los labios, habitados por la intemperie,
el granizo tétrico de los recuerdos.
—Vos, yo, da igual cuando se viven mundos de fuga permanente,
diurnas sombras en los albañales, sigilosos movimientos
hacia la noche: a ello agregamos las raíces quemadas
de los sellos postales, el candil con su flama oscura,
acaso tren devorado por el silencio; a cada hambre de sombreros
y paraguas, me hace falta boca para morder las cacerolas oxidadas
del Bicentenario, el pavimento pegado en los pies.
(Ahora debo confesar, confesarme: mañana sólo es una brisa efímera,
igual que el presente o el pretérito,
igual que la voz en la leche del rocío, el aliento al ras del suelo.
Una y otra sombra como anillo en los dedos,
una y otra palabra en la estatua del insomnio, claridades dormidas
sobre la alta breña del pulso. Vivo al límite del ojo,
cuando el ojo dejó de ser garantía suprema de ventanas.)
Leemos la borrasca del arado sobre el surco,
tierra adentro con un nudo de alfileres en los hombros;
por mucho tiempo, la labranza la geografía de las sombras,
porque nosotros, al igual que las cosas, somos sombras
en el planisferio del sigilo, en el cinturón de herrumbre de las atarrayas,
en el camino roto de las piernas de la albahaca tiritando
mientras entra un grano de luz a las pupilas.
A cada cual nos toca, somos, la sed arrancada a la sequía del césped
sobre la piedra inacabada de la memoria;
encallamos en la sombra de cada jornada, heridos de manos
que esperan jengibres, sangrando en el pasto del tabanco.
Cuando llegamos al tiempo de perdernos en las palabras,
cada puerta o ventana, revela la camisa de fuerza de las lavanderías,
el pie hundido en la ropa de las faenas,
el techo hasta abajo del suelo. Hay tantos días oscuros
como la tormenta que arrecia, sin desquite, como una hoja
de afeitar en las ingles, como el semen amargo de las herraduras…
Barataria, septiembre de 2011
Intenso final el que corona este poema, André.
ResponderEliminarSólo conozco una manera de defenderse de los días terribles: a través de la palabra.
Un abrazo
y mi admiración
Ana
Pues sí, Ana, a veces salen así los poemas, sin más afeites.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Te mando un abrazo,
André Cruchaga