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sábado, 16 de julio de 2011

OLVIDO


No hay trasfondos, sino la plenitud de un mundo muerto:
pájaros que acaban en las losas de los cementerios.
Pienso en los abismos gastados del tapiz,...
Imagen tomada de Orgon.com




OLVIDO




No hay trasfondos, sino la plenitud de un mundo muerto:
pájaros que acaban en las losas de los cementerios.
Pienso en los abismos gastados del tapiz,
el tobogán invisible del aire, el presente de los ojos
y no el pretérito con su claridad debilitada.
Ahora me resulta reconfortante el olvido:
me resulta tangible el hoy aprendido, el hilo de peces de colores
contrario a los grises, a esa copia de las puertas cegadas
por la herrumbre; el ascenso es mudanza de paraguas,
inminente escalera del alborozo. —Es mejor, me digo,
vivir la inmensidad del olvido como un trozo de cuaderno
a tantos nombres próximos al desfiladero.
Y claro, nunca es fácil, cuando hay memoria de sobra;
cuando la geografía de la oscuridad toma por asalto la conciencia:
pero el minuto es incesante paciencia frente al galope:
alrededor hay falsas realidades y crecientes dolencia.
(Me ha tocado titubear sobre los tejados; pero a cambio, hoy,
la madera del olvido domina los confines.
De otro modo, no tendrían sentido las semanas,
ni cabida la ternura, ni muelles la lluvia…)

Barataria, julio de 2011

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