Estas son las manos que elaboran el alimento para el alma.
Construyen hogueras y destierros; a veces tiritan
en los corredores del ala: tacto al fin que busca asilo...
Imagen de Jon Sullivan
INSISTENCIA DE LAS MANOS
Estas son las manos que elaboran el alimento para el alma.
Construyen hogueras y destierros; a veces tiritan
en los corredores del ala: tacto al fin que busca asilo
en los enjambres, sube las escaleras de la memoria
a buscar semillas, igual que el Frijol mágico
de aquel cuento inolvidable.
Relampaguea la niebla oscura de los adioses,
y hasta la sombra del muro de la noche donde hemos escrito
tormentas y naufragios, sigilos de siempreviva en las manos.
Llevadas al éxito, no cabe en ellas el bostezo,
el invierno del espejo, sino delantales que la memoria preserva.
La utopía, sin duda, podrá convertirlas en enigmáticas llagas,
pergaminos de póstumas hormigas,
pero no podrá dejar de ser, la manta suave con la que se toque
el infinito. (Por supuesto hablo aquí, de las manos de mi madre:
manos callosas y envejecidas por el tiempo;
manos grandes y apostólicas, nacidas como el cereal
para el alimento y el afecto: sálmicas y encendidas
como el faro permanente de lo indivisible, sin fecha ni horario,
siempre húmedas. Porque fueron hechas de luz y granos,
invulnerables, invadidas por retablos y estanques,
incesantes molduras de la Esperanza.)
Barataria, julio de 2011
Sabes -André- los poemadre dejan en mí algo especial, algo esencial que sacude mi infinito y hace que tiemblen mis horas en el día. Y aqui reafirmo lo que dices de tu escritura, la angustia permanente de lo perdido y el roce inigualable de la serenidad. Esa manera que tienes de volcarte en letras y decir lo que dices desde el eje de la sinceridad. No hago más que guardar silencio ante esta ola que viene a humedecer mi soledad....
ResponderEliminarUn beso eterno para ti.
Marina Centeno
Gracias, marina: el poema se goza desde la angustia; o la angustia hace que el poema salga y se goce, bebido, como un tequila en umna taberna de medianoche hace más visible las sombras. Así sobrevuela, el ala de las manos en su insistencia por asir la flama de los ríos.
ResponderEliminarUn abrazo,
André Cruchaga