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martes, 22 de marzo de 2011

TABURETE CON PARAGUAS


Sólo en los días de difuntos se necesitan paraguas en las manos.
Así queda dicho en mi propia lápida, así masturbaré las losas
frías y magulladas por la espina inefable de estos días:
el retrete a punto de colapsar en mi celda, habitaciones con ventanas
sofocantes, oídos con la pesadumbre de los moscardones,...




TABURETE CON PARAGUAS





…espero que mi deseo alcance el cielo vacio
y las estrellas que no puedo ver,…
MIKA NAKASHIMA




Sólo en los días de difuntos se necesitan paraguas en las manos.
Así queda dicho en mi propia lápida, así masturbaré las losas
frías y magulladas por la espina inefable de estos días:
el retrete a punto de colapsar en mi celda, habitaciones con ventanas
sofocantes, oídos con la pesadumbre de los moscardones,
perros hacinados en mi pecho,
masticando la moral de mi boca, lamiendo la ponzoña de mi saliva,
escarbando mientras empiezo a escribir el poema del día,
el de todos los días con una buena dosis de carburo para que maduren
aunque sea tetelques las palabras como los majonchos
verdes para mitigar el hambre, las piernas de las matas, de pronto
las urgencias, los muñones bramando en mis lóbulos,
colgados del vino rojo de los tomates: nunca faltan trenzas de pelos
en la boca, aunque uno no se hinque para rezar,
las Aves Marías, el Padre Nuestro, el Santo Rosario
y otras ataduras propias de los cargos de conciencia, redimidos
en un santiamén por la misma carne pesada de los caídos.
(Creo que a veces los pensamientos tienen el color de los purgantes;
La navegación de los analgésicos, por alguna razón que no sé,
me hacen recordar a Ulyses,
saltar el aro ula-ula de las imprecaciones, soñar en las salpicaduras
del olvido, en esa muerte lenta de los nidos,
al fin y al cabo, no dejo de ser boceto para otras ojos o miradas
próximas al borrador de la incertidumbre, cerca del río revuelto
de los pensamientos,
antipájaro con antiparras de duelo consuetudinario, predestinado
a tumbas, a fosas sin ningún futuro.
Creo que en las enredaderas de la eternidad, las esquinas
son de espuma y las mareas, soledad de besos y madera, humo
que en cierto modo hipoteca los pulmones, este diario trajinar
por los altares, buscando redención, dejar todas las cuentas claras
del sueño, en un momento donde hay que trepar en serio las escaleras
perfeccionar el oxígeno,
movernos bien en las lecciones del orgasmo, asegurar la metáfora
insaciable de las ingles, —entonces, sólo entonces, podré morir
deliberadamente sobre el asalto al taburete, al espejo que me mira
desde adentro de su propia oscuridad.)
Sólo las fronteras del sí neutralizan los atardeceres: la privación
del bosque, el bello púbico de los itinerarios, esa grieta arremolinada
en mis manos, fúnebre, desequilibrante, inexplicable en la pira
del náufrago, negro proyectil del agua sobre el pez de la lengua.
Y mientras lo inaudito me socava, rostros, cajas negras del sueño,
me quedo pensando en el pan comido de los silencios,
en esos dedos que se hunden en la hoja húmeda del sexo.

Barataria, 22.III.2011

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