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jueves, 17 de marzo de 2011

IMÁGENES, DESPUÉS DE TODO


Toda imagen sabe despertar en los ojos; luego es memoria, olor, alas
y hasta oscuridad. (Mientras termina de amanecer, respondo a
algunas preguntas del rocío, doy de comer a mis gallinas, leo, escribo:
ahora mismo me detengo en las 9 novelas breves de José Donoso,
luego salta a mis manos Paradiso de José Lezama;...
SALY LAKE CITY, FOTO DE ANDRÉ CRUCHAGA



IMÁGENES, DESPUÉS DE TODO




Nunca en vano
fue el esperar, aun entre tanta fiera.
LUIS DE GÓNGORA




Toda imagen sabe despertar en los ojos; luego es memoria, olor, alas
y hasta oscuridad. (Mientras termina de amanecer, respondo a
algunas preguntas del rocío, doy de comer a mis gallinas, leo, escribo: ahora
mismo me detengo en las 9 novelas breves de José Donoso,
luego salta a mis manos Paradiso de José Lezama;
luego entreleo algunos poemas, todavía con la humedad de la noche,
que no ha sido poca, sino intensa como la claridad del horizonte.)
Hay algunas evocaciones después de todo: evocar ciertos símbolos
al punto del hambre, mirar con sonrisas al vecindario,
caminar y tomar fotografías de todo aquello que no puede ser estático
en los ojos, bajar las letras del cielo,
escribir izando el césped de las vocales, el color del sol incorporado
a las faenas cotidianas.
Todos los días recibo mi ración de montañas: la letra mayúscula
de los árboles como un paraguas sinfónico del arco iris,
—después de la ceremonia del espejo, la historia se repite: el ala
de los puertos salta a la vista, los trenes enclavados en mi cuaderno,
un blues en la humedad de la madera,
paredes comestibles de tantos contrastes, los enigmas que nos deja
cada lectura, la luciérnaga que mece olas de tinta en el cuaderno,
la sábana que después de todo calentó el juicio,
las páginas negras de los periódicos,
el olfato que golpea las alacenas de las costillas, la ventana mayor
del ombligo con gotas encendidas de fantasía.
—después de todo, las calles son un diccionario: mojan de estiércol
mis zapatos, me prolongan en su temblor humano;
a menudo me acercan a la giba del poema, a esa otra realidad
de las agujas, de los comedores ambulantes, de olor a repollo
desahuciado, de aguas que suenan entre las piernas sobre las baldosas.
(todo el misterio se funde finalmente en mi memoria:
los libros inventariados del agua, el primer hervor de los gallos,
las páginas sueltas del entendimiento que a menudo producen
desgarramientos. El día confirma la brasa de mis sentidos,
la redondez remojada del alba,
la semilla sacramental de la vida, el duelo de tocar la luz,
siendo esa oscuridad permanente de la llaga en la fe que no concilia
el coágulo de relojes con el horizonte.
Sé que detrás del ojo, hay sombras con pañuelos: abismos
de inhóspitas lámparas, itinerarios de ceniza, razones que el crespúsculo
no entiende en su alucinado destino.
Es imagen después de todo, la intimidad del beso en el agua
lapidada del desierto, la túnica de la zarza en el deseo, la memoria
que sigue al silencio, el fluir de la ternura en su propio laberinto.
Imágenes después de todo de la vendimia de los sueños.)

Barataria, 17.IV.2011

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