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martes, 15 de marzo de 2011

AFUERA, LAS CALLES MAGULLADAS


Afuera las calles magulladas de los zapatos, ese antiguo yo
de los espejos frente a los símbolos arraigados de las nubes: saludo
al bullicio esparcido en las baldosas, a la supremacía de la razón
sobre la doctrina de los viejos cadáveres;...
SALT LAKE CITY, FOTO DE ANDRÉ CRUCHAGA



AFUERA, LAS CALLES MAGULLADAS




You've gotta feel the beat before you can move
Even though you're not wearing blue suede shoes
And making mistakes
But that won't matter…
CAMP ROCK




Afuera las calles magulladas de los zapatos, ese antiguo yo
de los espejos frente a los símbolos arraigados de las nubes: saludo
al bullicio esparcido en las baldosas, a la supremacía de la razón
sobre la doctrina de los viejos cadáveres;
saludo al alarido del minuto sobre la hojarasca, a las garrapatas
exprimiendo la sangre de los incautos: el azúcar en la yema de los dedos,
el perfume copiosos del tiempo
con su ahora de mística garganta: celebro las calles magulladas
de la noche, la sábana con anhelos de neblina, palabras apresuradas
saltando como monedas sueltas en el estío.
(Tal vez en otro tiempo los moscardones no arruinen la carne fresca,
ni el deseo sea enfermiza pujanza del ego, idolatría del humo,
página sucia de los periódicos.
En la plaza están presentes los gestos bufones del ocio, los sonidos
silvestres de la carcoma, el manglar de grietas sin consuelo.
Los rincones no dejan de ser un diminuto griterío con oscuros focos
incubados en las paredes: las alambradas cruzan las calles,
alguien necesita loas para saciar su esquizofrenia; por desgracia
la caridad aquí es una ciénaga inexplicable.
De pronto cada espasmo de placer es fatídica glosa del humo,
de la alcantaría rota de la miseria, de esa pus estacionaria en la semana,
con viejas tenazas de moho.
La lluvia es cierta cuando no transita en rieles de angustia, ni el hueco
del fósil que dejó la noche prendido en el cuenco de las hormigas.)
las luciérnagas muerden las calles magulladas por el tráfico;
necesitamos cándidos alfileres para inspirarnos en el exquisito
hígado de la basura, en las vísceras malsanas de la herida que galopa
en los números impares del ensueño.
Atravieso el escalofrío de los vitrales, ahí donde los atrios ocultan
Feroces mañas de delirio: así empecé a travesar las dudas,
A descubrir el cielo falso de las plegarias,
A su susurrar frente al espejo de moribundas calles, (cuando descubrí
El absurdo, vi petates, alas cortadas y ese aire viciado de los antros.
Otro día las calles apestaban a tabaco, a esquinas malolientes
De cópulas, a ojos que vigilaban desde el techo con siniestras agujas.
Después de todo, fue un minuto impredecible: bajó la ponzoña
Disolviendo los tabancos, —pero no pudo la demencia, chupar
La sangre del poema aun con todo el telar de la saliva.)
Afuera sigue el viento con su biblioteca diáfana…

Barataria, 15.III.2011

2 comentarios:

  1. No se si es mas hermoso tu verso o mis ojos cuando buscan tu palabra...


    Ledeska

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  2. Seguramente tus ojos diáfanos en mis palabras oscuras.

    Un abrazo,

    André Cruchaga

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