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viernes, 5 de noviembre de 2010

GOLPE DE SUERTE, EL ESPEJO TIRADO A LA CALLE

¿Y quién diría que al verte en el espejo, profano todo lo que sostiene
Mi origen, los escalofríos, los miedos anestesiados?
Durante horas reparto mis ojos insostenibles en las islas
De cada baldosa, desgastando las semanas con mis dedos.
No sé si sea un golpe de suerte escuchar la caja de música que llevas
En el pecho como un árbol de labios decisivos.
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GOLPE DE SUERTE, EL ESPEJO TIRADO A LA CALLE




Y nuestra propia muerte tiene que esperar
hasta que nuestros cuerpos
den paso a cualquier otro designio.
JORGE ROJAS




¿Y quién diría que al verte en el espejo, profano todo lo que sostiene
Mi origen, los escalofríos, los miedos anestesiados?
Durante horas reparto mis ojos insostenibles en las islas
De cada baldosa, desgastando las semanas con mis dedos.
No sé si sea un golpe de suerte escuchar la caja de música que llevas
En el pecho como un árbol de labios decisivos.
Un día sabré si los hilos de la noche atan los búhos de esta larga
Órbita tallada en las ventanas.
De pronto me siento en el plomo de la tarde, en la parcela donde
Se suspenden los cristales, en la yerba azul de las zancadas.
La mano sangra cuando en ella caben los ecos del mundo.
Así he aprendido a fabular cada presagio en la herrería de la lluvia.
¿Quién puede abrir un surco sin pensar en el acordeón de la memoria,
En el designio que nos bebe desde que amanece?
Habrá que distribuir las campanas y sostenerlas en la lluvia. O lamer
La saliva del perro dejada por el mundo,
Extinguir el estremecimiento hasta los límites del cuervo,
O persistir en el signo de los barcos, en los corales mordidos
Por las aguas de los cuerpos falsos tirados a la intemperie,
Continuar con esta destrucción insomne y de ficción, mientras llega
El golpe de suerte para subsistir en medio de sediciosas sombras.
No me imagino la negación que siempre nos hemos tenido:
Las magnitudes del delirio, el asa rota de las palabras, el lugar angosto
De la respiración cuando se cae al vacío.
La vida no es una boca muda que se traga la noche.
Cualquier asedio devasta la alegría. —Y, aunque no hay anestesias
Definitivas, las manos pueden ser el camino hacia ese otro rostro
Que transcurre sin darnos cuenta.
Podemos hablar de tantas intimidades y crímenes. De la soledad que sabe
A caverna, de esos golpes de suerte; (pero no de la lluvia que nos amanece,
Cuando la desnudez concurre a nuestros ojos;
Podemos deshacernos de los días y los rencores, de la noche frívola
Y no casta; podemos partir a fuerza de caos…)
Y sin embargo, el desvelo,
Al tiempo que sólo hay escombros.
Nunca la luz fue hecha para adivinar los golpes, —ni inventar caminos;
Pero sí, para medir la noche a la altura de los zapatos.
Cuando logramos tirar lo inservible, la música se amplía en la sangre.

Barataria, 05.XI.2010

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