Páginas

viernes, 1 de octubre de 2010

DIÁLOGO CON MI ALMA

Me llevas a lugares que no deseo transitar: asfalto de la vigilia
En el humo grave de la sangre. Estoy aquí entre la maraña de los días
Del caos con la saliva clavada en la piel como ironía del destino.
No es fácil arder en la propia vigilia con los miedos urbanos
Que tornan el ala en ascua supurante.
Imagewn tomada de la red






DIÁLOGO CON MI ALMA








—Es indudable.
—¡Y qué! —repuso Sócrates:—
¿la vida no tiene también su contraria, como la vigilia tiene el sueño?
—Sin duda —dijo Cebes.
—¿Cuál es esta contraria?
—La muerte.
PLATÓN EN FEDÓN O DEL ALMA





Me llevas a lugares que no deseo transitar: asfalto de la vigilia
En el humo grave de la sangre. Estoy aquí entre la maraña de los días
Del caos con la saliva clavada en la piel como ironía del destino.
No es fácil arder en la propia vigilia con los miedos urbanos
Que tornan el ala en ascua supurante.
El alma atónita en su ataúd de sed. El vértigo corroe la sal como un
Perro amaestrado para un altar de huesos.
La vida, al cabo, la presiento en la indiferencia.
Engaña el zapato donde me quedo. La claridad fija que me habita.
Vamos, lo sé —alma, apuntalando las luciérnagas que se apagan,
El as de las manos en la espiga suicida del infinito.
¿Qué otra fidelidad más triste hay, alma, que los ojos fijos en pos
De la muerte, que la verdad besándonos en el polvo,
Que sosegar las pupilas ante el magma de la noche?
Todo es cierto en la flor empapada de ángeles: el fluido premonitorio,
Tibio de los labios. —¿Hacia dónde, alma, suenan los vientos,
El clavo de pronto oxidado en el cuerpo. Quizá el olvido que delira
En las calles, acorralado en su propio sino?
Sin duda habrá un día donde el suelo sea el cielo y el tiempo
Una certeza del estoicismo, —la duda que salta en el frío como pez
Moribundo, mientras el beso crece en la alianza.
De tantos contrarios están hechos los sueños: el fermento de los pies
Que se niegan al reposo, el pedernal de la mudez transcurrida.
Me hablas cuando la muerte me embelesa. Saltan sus caballos
De fuego. Cabalgan en el mismo sitio los espejos.
No te oigo en medio de este fuego punzante. No te veo, si no es
Sintiéndote al borde de la sábana que hierve en fuego.
Vamos, lo sé, —alma, con el verdugo a la par, con el zote enraizado
De la oquedad, con el bulto de los sueños secos.
Es indudable, —la muerte se erige como una estatua en las sienes,
La misma que nos absorbe la Esperanza, el sabor del pétalo fresco,
La que nos muerde el diente blanco. La muerte que en la luz es brazos.
El cuerpo que dibuja la consumación del humo.
—Es indudable, alma, —la muerte nos despierta para después
Hundirnos en el río mudo de la hoja inerte.
¿Dónde eres venerable, alma, sino en la polilla que la claridad
Hace evidente. En la permanencia de morir lejos de la aurora…

Barataria, 01.X.2010

2 comentarios:

  1. Estimado André: He disfrutado mucho tu poema "Diálogo con tu alma", poema mágico, definitivamente, cuando busca conjurar la muerte, ah, vieja parca, calavera añil, bebedora de luz. El viaje de tu alma por el universo me ha conmovido por su hondura y lejanía.
    Un fuerte abrazo fraterno desde Costa Rica

    ResponderEliminar
  2. Gracias, amigo mío por tu comentario. En general, la poesía es un conjuro, y más este poema en el cual intenté, precisamente, adentrarme en lo insiondable: el alma que solo es posible a través de la palabra.

    Muy Agradecido por tu generosa visita.

    André Cruchaga

    ResponderEliminar