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martes, 1 de junio de 2010

TALLER DE LA MEMORIA

En el vaso del mundo los sueños juegan a la arena. Desde siempre
El fuego los empuja al espejo.
La raíz de los brazos multiplica el tiempo.
¡Quiero hacer desnudos en el taller de las palabras! —robarle al huracán
Su espiral de luz, el destello de las cortinas, los ojos peregrinos
Que no caben en las lápidas del alcanfor, ni en la huella de la vena rota
Pintura del maestro Paul Klee








TALLER DE LA MEMORIA







Para hablar del alma
despierto temprano. No es fácil dormir en verano.
Al amanecer un ojimuerto ruiseñor aún está despierto en nosotros.
PETER LEVI






En el vaso del mundo los sueños juegan a la arena. Desde siempre
El fuego los empuja al espejo.
La raíz de los brazos multiplica el tiempo.
¡Quiero hacer desnudos en el taller de las palabras! —robarle al huracán
Su espiral de luz, el destello de las cortinas, los ojos peregrinos
Que no caben en las lápidas del alcanfor, ni en la huella de la vena rota.
¡Quiero fundir la risa en el aserrín de la brisa del conacaste!
Caminar, caminar, caminar y caminar en la escalera de las alas.
El día se abre con la llave maestra de los anteojos:
De hecho, así, transcurre la ebullición de la fiebre, la intensidad de cuanto
Fluye en la mega-autopista de la memoria.
No importa que la noche transgreda los párpados, ni que la madera
Se pierda en el grito del despojo, ni que el búho beba la inminencia.
No hacen falta lenguas para aprehender lámparas de sigilo,
Ni peajes, ni espasmos de calles aleatorias para entrar al silabario.
En el tabanco interior de los atlas, caben escaleras de albahacas,
Días de gallos laboriosos, abejas de poblado polen,
Folios de mar revestidos de cierzo. —cabe toda la sangre de la noche
Y la calle con cesta de luces.
De pronto los fósforos se vuelven salvavidas entre los zapatos.
El aliento de la semana tiene olor a nacimiento.
El ropero de la edad todavía guarda las camisas y el sudario en la mano
De cada lámpara diseminada en el azogue.
—De pronto inmolamos el pelo lacio de los utensilios del día,
Sacudimos la chatarra acumulada del insulto,
Desmantelamos el camino de la abeja o del pájaro,
Forjamos la enredadera como carpa sobre la página que recibe la tinta
De cada visera colgada de relicarios o armarios de ebrios relojes.
Cada día volvemos a la cama de la escritura, —a ese viejo desván
De la polilla, a ese abismo huesudo de la alfarería, al asilo del pétalo,
Sin más remordimiento que el foco bautismal de la tinta.
Construimos tejados en las servilletas y miradas próximas a los encajes,
Y velas para descubrir la redondez del ombligo,
Y tizas para pintar la travesía del viento,
Y relojes de jade para la puntual emoción del vuelo.
Vivimos días de incrédulas begonias. Candiles ciegos en el aparejo
De neumáticos, óleos de extendida náusea, atalayas sin platillos
Voladores, cantos como grilletes de ciertos aforismos.
Vivimos, sin embargo, haciendo más próximo el confín en el taller
De la memoria…
Barataria, 19.V.2010

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