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domingo, 22 de marzo de 2009

Fluir de la conciencia-André Cruchaga

Camino infinito





______Fluir de la conciencia______




Huraño el aliento del sosiego, —huraño, digo—,
Este extraño fluir de la conciencia, que a ratos
Hace de la voz, una luz de medianoche; —en esa
Medialuz de la espiga, el alma abre su corteza.
En las criptas, gota a gota el propio estigma.
En la ráfaga del suspiro, la voz sobre las ventanas.
En el sueño oprimido, el desvanecimiento.
En la inercia del caminante, los caminos de otro
Mundo como luciérnagas remotas…
En la inminencia, reveladoras pupilas trasegadas.
En el umbral de las aldabas, la memoria sutil
De la casa, —la puerta de entonces pulsa,
Con los varios amaneceres de los ojos abiertos.
En la herrumbre de las bisagras, el desvelo del trino
En medio de la zarza, ciega ilusión irreverente.
El alma fermenta su papiro de sueños
Hasta sacudir sobre el granito, su propio maleficio.
Así toco fondo en el río de las sienes, en los secretos
Pañuelos que el destino transfigura, —ansiedades
Que se vuelven afluentes en las palabras…
Pero también un ojo de certezas cuando arde
La conciencia, cuando el pabilo del sigilo se vuelve
Profético vitral —jardín en trance del resuello.

A veces sucede que uno sangra simplemente
Sin abrigo, a galope abierto sobre el encaje
Rojo de las brasas. Los relojes con su dolor desvencijado,
También son parte de esa argamasa que odio
Cuando la lágrima rompe con la bruma del olvido.
Y es que hay risas irrecuperables —pájaros sin persianas,
Donde los zapatos terminan siendo fechas olvidadas.
Hay estanterías menos oscuras que las del alma:
Días donde el fuego asedia las miradas,
Ausencias que siempre gobernarán la penúltima palabra,
Aceras sin paraguas donde circula el almanaque
De la memoria con sus páginas gastadas.
Al final da igual el insomnio o la vigilia en un calendario
Donde los días cuelgan como telarañas.
—Da igual la ausencia de una caricia, existir uno
Entregado a los adioses, ahuyentar la tristeza con dedos
Temblorosos, escribir con una jeringa en las paredes,
Todas las horas que el aire dibuja en el miedo.
Inevitable se volvió el signo de los tiempos en mis huesos:
¿Vendrán días con trenes y sin muletas?
¿Vendrán sin horóscopo, ensimismados, a la acera de mi pecho
Ya no como juego de capricho azar, sino como destino
De monástica ambrosía?
Durante años han estado ahí los muebles de la esperanza
En obstinado afán, —durante años la oscuridad
Silenciosa del polvo como el más constante conjuro
De mi locura o, de mi agónica conciencia…
Barataria, 21.III.2009



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