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lunes, 2 de febrero de 2009

Balcones-André Cruchaga

Fachada-AC




_________Balcones____________




Las casas parecen la complicidad
de otro tiempo —discretos mensajes/
Entre cada hierro donde
el aire y el paisaje apenas entran a los ojos./
La sal del tiempo los elige para la herrumbre
y sin embargo siguen/ Implacables.
Desde afuera el pánico se pierde entre
las calles, pero/ Desde dentro los cuerpos
respiran páginas secas de un libro
carcomido./ Día y noche crepitan los sentidos
—día y noche cerrado el universo/
A los ojos. La luz apenas, la soledad
como una pesada cortina de invierno./
La espera palidece en las palabras, el aire
es breve en la respiración./
El miedo cunde en momentos donde
el suicidio parece un transeúnte;/
Por eso los balcones se han vuelto
fieles centinelas, íntimo sueño/
Para evitar las transgresiones, aunque
la transparencia se vuelva pesada/
Roca del sigilo y al final uno pierda
toda fragancia…

Son después de todo, sustitución de las palabras:
Rostro de temores./ El respiro cunde
en la crudeza de cada hierro, su silencio cavernoso/
Hace agónica la ternura. Ahora los vemos
en todas partes, es incansable/
Su abundancia ante los dientes depredadores
de la violencia./ ¿Hasta cuándo esta oscuridad
andará en nuestros zapatos? ¿Hasta cuándo/
Los hacedores de la muerte serán impunes
a las puertas y habitaciones?/
Entre la oscuridad de la muerte las casas
como botín y la vida enturbiada./
¿Hasta cuándo dejará de alargar sus cabellos
de furtiva ponzoña?/ ¿Hasta cuándo este escorpión
dejará de respirar en los tragaluces/
De la oscuridad? La luna apenas
se cuela con su uniforme blanco/
Entre las ventanas —esa luna con alma
que baja de los árboles e ilumina/
La guitarra de los pensamientos…

El pánico no sólo cunde en la calle,
sino tras estos barrotes, donde la paz/
Se hace más inestable y los dientes
mastican inmensos pedazos de miedo./
Este largo desasosiego se vuelve niebla
en los brazos y hollín en los labios./
La alegría la desconocen las ojeras
de los cuerpos anulados, los clavos/
De medianoche atravesando el sueño,
el manojo de muertos rasgando/
Los hierros helados, las palabras
en la diadema de la saliva, /
Sin más habitantes que la oscuridad
de las habitaciones donde los cuerpos/
Lamen la histeria a través de los cerrados
pañuelos de las arañas./
Nunca antes el viento fue tan grotesco
frente a los espejos, ni la madera/
Tan agrietada como la miseria
en una cama sin sábanas.

Detrás de los barrotes, confusas las palabras
en el rostro. Los perros/
Aullando sobre tumbas vivientes, la sed
absurda del espanto —única sed/
Posible sobre caballos de asfixia. Dios
no se deja mirar ante el asesino./
Sólo queda cerrar los ojos y esperar
que pase la noche agarrada de la mano/
Con el grito de la luna, junto al despojo…/
Solos, la mujer y el hombre,
tambaleando entre los alfileres del viento./
Solos, entumecidos, esperando a lo que dicta
la noche sin paréntesis./ —Solos, atrás
de los balcones creciendo en la vegetación
del miedo,/ Esperando que la ráfaga
muerda los sentidos…
Barataria, 02.II.2009.


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