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sábado, 26 de abril de 2008

Avidez del espejismo_Poema de André Cruchaga

Ilustración: Paisaje de Los Alpes suizos.




Avidez del espejismo



Para Walter Iraheta Nerio.




Un día, la sed soñó un juguete: nació el espejismo.
Andrés Sabella


Jamás fui a ninguna parte y sin embargo la sed,
Se aferró a mí, a bordo de este caminar sediento.
El viento sabe la exactitud de mis palabras: la corola
Del fuego entre la bruma, los límites tangibles de lo eterno y fugaz,
Las leyes del sueño donde Cristo es posible,
Con sus inasibles anzuelos —ánforas, digamos—,
De incesante y secreta tierra y desnudos silencios.
Los ojos enteros enmudecen en la distancia: trópico y nieve
Mientras se estremece la sangre en la lluvia y el temblor del ansia.
La nostalgia tiene un eco de palabras y ramas de fragante
Hierbabuena; espesa es la espuma que la agita, —hálito de sal
Hundiendo su cordaje, en la vaporosa sonrisa del paisaje.
Ninguna soledad ha sido tan fuerte como esta sed de barcas,
Como este cansancio de pájaro sobre una carpa de errantes
Huéspedes: celadores de tardes grises y cohibidas…

Un día, la sed soñó un juguete: nació, ávido, el espejismo.
Nació el ascua de los caminantes buscando en otras tierras la alegría,
Nació el latido del hombre con letras infinitas, con eco de estrellas
Dulces, con el ansia de otra mesa menos oscura…
Un día, atravesamos todas las agujas profundas del peligro;
Se dejó el jade silencioso en espesas noches de neblina,
Se dejó el ala verde del suspiro y el musgo familiar del pecho:
El terror vaciaba los cráneos hasta horadar la orina.

Era la medianoche del pensamiento y el peligro.
Era el peligro haciendo frágil la vida, era el suelo en el corcel
De la muerte, eran las diademas del exterminio vaciando los ojos.
Era la muerte en el lecho: oscura habitación de los rostros,
Entre los raídos espejos del horizonte. Era el lecho del cieno.
Sombras de hierro hacían sonar tambores de viento.
Todavía escucho el sonido confuso del llanto, el grito de histeria,
Y la sangre abriendo los huesos sobre las aceras.
La hora para reír aún está de espaldas. Aún la amenaza dispara
Ojos de espanto y absurdas raciones de niebla.
Aún la muerte nos acaricia las manos con su semblante demacrado,
Frágil es la luz que nos viene del alba. La sed fue antes y hoy,
Una necesaria linterna para salir de los ojos del miedo.
¿Qué lugar nos ampara sin que nos coma la noche?
¿Qué hilo nos une sin el dolor del desastre colectivo?
A veces la inmensidad del vejamen llega hasta la locura:
Uno se niega a sí mismo, dejando atrás los espectros,
El peligro, los ecos de las casas derruidas, la propia danza
De las piedras que infatigables socavan la vida.

Un día, fue tanta la amenaza y el peligro y el abismo,
Que el espejismo de las velas, se tornó en suculenta guarida
O, al menos, en un posible arado donde la vida
Tuviera razón de crisantemo y asombro, y no lengua de infierno,
Ni tejado de cementerio…
Barataria, 26. IV.2008.
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jueves, 24 de abril de 2008

Poema en bicicleta_André Cruchaga

Poema en bicicleta





Se abre el horizonte de las carreteras
Sobre el manubrio las palabras declara su herejía.
Del neumático de las ruedas se va extendiendo
La lengua del asfalto, las lágrimas, la tinta
Desfalleciendo sobre el papel de los sueños…

En la tarde, agonía de los ojos entrando en los huesos
De los recuerdos: Pasajeros, viajes de ir y venir.
En este planeta a muchos se les niega el pan. A muchos.
Se niega la magia de las palabras fermentadas en un libro
El abrazo, la sonrisa, la magia de soñar…
Las heridas lamen nuestras heridas ancestrales:
Migajas del banquete, abejas apolilladas, siños bajo la tierra
Entre clavos y madera, casas sin puertas, sin ventanas
Sin bisagras, bostezando la historia
con el serrucho enmohecido de los dientes.
La pobreza anda con ese dolor insistente:
Martillazos de tristeza desvistiendo estrellas tan lejanas
Como el azul de la fantasía
Que a la luna guarda en zapatos de espuma…
Barataria, Septiembre 7 de 2003.
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Horas agitadas_André Cruchaga

Horas agitadas




Hay horas desordenadas agitando puñales.
Agujas en el aire, lunas líquidas
Tendidas en la piel. Balcones como tumbas hambrientas,
Cierzo de la lluvia removido por los ojos,
Meses parecidos a los ojos de las rejas,
Sueños donde el tiempo no cabe en ti ni en mí,
Porque ya traspasamos la cabalística de los círculos.
A estas horas, donde todos los pájaros son cuervos,
Nos toca morir en un país de gritos,
Chorrear silencio sobre persianas de libélulas,
O interpretar con una sonrisa ciertos atardeceres.
Después de todo, las horas nos llevan al abismo,
Las pupilas pierden su abanico de cometa.
Tiempo de confusión “no sentir el peso de los años”.*
Es hora de partir con el sudor a cuestas
Y saber que el tiempo nos habita
Con un deseo interminable de nostalgias.
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lunes, 21 de abril de 2008

¿Paraíso imperfecto?_André Cruchaga

Ilustración: Joian Miró





¿Paraíso imperfecto?



―Es cierto ―dijo melancólicamente el hombre,
sin quitar la vista de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche
de invierno―; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros;
lo único malo de irse al cielo es que allí el cielo no se ve.
Augusto Monterroso: El Paraíso imperfecto.



No sé realmente si en el Paraíso hay amigos;
Si existen, son tan etéreos que no se ven.
Tampoco sé si al cielo se va muerto o vivo.
Esa sabiduría profunda y misteriosa
Escapa a mi perenne quebranto terrenal.
El cielo es un vacío de glorias confusas, supongo,
Para el que se hizo polvo y no luz eterna.
¿Qué sueños atraviesan la mente, mientras el seno
De la muerte, turgente, poseso, llama
Al destino donde la noche, crujiente, se alza?
Son sueños: gaviotas confiadas al vuelo,
Los anhelos de tejer los hilos de la muerte…
¿Qué brazos se extienden por ese fondo traspasado
De espesa argamasa y forma de mar?
No lo sé. Pero, si preguntamos a Quevedo,
Nos diría que uno espera para morir al paso de la edad:
Se muere entre ceja y ceja: la noche lo cubre a uno
Con el asedio de un beso seco y espinas…
Paraíso imperfecto, frío y aspirado. Todos lo vemos
Porque es el que transpiramos todos los días
En este mundo de aviesas espinas y desesperanzas.
© André Cruchaga
10112004
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martes, 15 de abril de 2008

Lázaros de este reino...André Cruchaga

Ilustración: Joan Miró.






Lázaros de este reino…



A Malcom X y Martin Luther King.



Recorrieron el desierto humano y plantaron
Su respiración en las calles, junto a las manzanas;
Entre los barrotes negros de la cárcel, sus voces,
Se oyeron sobre la nieve a ritmo de blues y tambores.
Entre vagas fisonomías, junto a fúnebres pinos,
La brisa como un huracán en las sienes,
La verdad haciéndose roca, la tierra rompiendo
El terror al futuro.
Candiles de vencidas lenguas lamen el cielo,
Ahora que sus semblantes dejaron de ser
Yertos brazos y se han tornado en semilla.
Leche de estrellas forman sinfonías, allí donde
El rocío evaporaba sutiles mejillas de vitrales siniestros.
El destino ha cambiado su telar de catacumbas;
Ahora la memoria es posible en el umbral,
O la vida se ciñe a la memoria salvando
De la hoguera, el telar rojo de la fábula.
Se alzaron sobre su propio sudor y sus heridas,
Y entre el paisaje del sollozo, la noche
Jamás pudo sacar su lengua de avieso halcón.

Hoy danzan los duraznos en la entraña del día.
Sus voces crearon cuerpos, vuelo de bocas jubilosas,
No dormidos pabilos flotando sobre andenes
De quemadas crepitaciones…
Desde Soweto, el viento sobre los tejados,
Es un pecho de ombligos y ferrocarriles,
Un espeso whisky golpeando los pulmones,
Una fila de puertas sobre las pupilas:
Ventanas goteando pájaros de sudorosa palabra,
Bocas con sed sofocando sombreros inertes,
Alas para el aliento del alba bajo lunas agonizantes.

“Yo soy Malcom X” cada niño en las escuelas.
“Yo soy Martin Luther King”, cada niño en las escuelas.
Ambos cuerpos con la caricia espesa de la sangre,
Balbuciendo caracoles de sueños desde las entrañas:
Ramas de un cuerpo sin frío, destinos de la esencia del aire,
Para cubrir la desigualdad de la noche
Y abrir los sueños cegados por antiguas pieles de ceniza.
Ahora es posible que la sed fluya, sin barrotes de herrumbre.
El tiempo dá, lo que no el ojo de las cerraduras…
Hay que mirarlos cada día, para desterrar el odio
Y que un arpa abra, en vez de llaves, las puertas de la conciencia.
Barataria, 13.IV.2008.
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jueves, 10 de abril de 2008

Elegía primera_André Cruchaga

Ilustración, Joan Miró.






Elegía primera




Me cobijo con los ávidos recuerdos que me sobreviven:
Nieblas secretas que el mundo
Va dejando en lluvia de lágrimas sangrantes y retorcidas.

Adivino gestos que nadie ve, gestos con cara de hojarasca:
Frío en las sonrisas, sombras en los ojos,
Ventanas destinadas a la noche y al insomnio,
Al desfilar de cementerios sobre viejos periódicos,
Al agazapado follaje del humo cuando el cigarrillo
Late sobre los cristales y se enreda en las begonias
De sigilosa viscosidad…

Cuando camino el tumulto de las sombras se derrumba.

El tiempo gime por los vitrales y hace manar ríos de los ojos
Hasta quebrar ventanas, hasta retumbar en el paisaje agresivo.

Bajo saber qué manos el deseo tortura:

Deseo de sentir no como pájaro aterido,
Deseo de morder el azul hasta sangrarlo,
Deseo de soñar y arder sin ser ajeno a la luz de los pabilos,
Deseo de quitarme el esqueleto del hastío,
Y vomitar el teclear del oleaje sordo anidado en el pecho.

De tarde en tarde el viento despeina
La melena de los secretos, los recuerdos, los sueños,
El crujido del pecho queriendo soltar sus hojas,
De tarde en tarde me persiguen féretros de mármol
Y el eco monótono de gastadas maderas
De tarde en tarde, el tiempo, los recuerdos,
Van dejando un hueco oscuro donde sangra el insomnio
De apolilladas guitarras como si me estuviese apropiando
De un mundo de ensimismados pañuelos.

Ahora tus cabellos no se enredan en mi vieja corbata,
Ni se vislumbran las primeras luces del alba:
Hay una lágrima profunda desparramada en el rostro,
Y una lóbrega trinchera donde el mundo cada vez nos hace más tristes.
Barataria, 10.XII.2004.
Del libro inédito: Elegías.
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miércoles, 9 de abril de 2008

Elegía segunda_André Cruchaga

Ilustración: Marcel Duchamp.





Elegía segunda



Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Cesare Pavese



Siempre me envuelven los recuerdos y suspiro…
Calles y mundo se apartan ciegos.
Nadie ve cuando pido una mirada.
Nadie ve al niño limpiando un parabrisas.
Ni el frío hermanado con la muerte.
Nadie ve al sonámbulo depredador de las calles,
Al pan con tizne atisbando la boca.
Ahora las nubes se derrumban en sombras,
El libro horadado se cae de las manos.
Ahora la lluvia del alma rompe los cristales.
Las ventanas se descuelgan de mis ojos,
Y caen como el tizne de una chimenea.
Quizá nunca sepas la tortura del desvarío,
Ni el soplo de los sentidos en los desvelos de Bach.

Nunca verás los pájaros salados escapando de los ojos,
Ni el pañuelo de deseos fecundado de océanos.

Nada podrá desgarrar ya las venas,
Si lo hizo oportunamente la zarza del abandono.
Ambos morimos bajo piedras ciegas.

¡Qué más da ahora que la siembra y la semilla se pudran,
y el parpadeo se torne en un pozo de ruinas!
¡Qué más da un lecho de féretros,
Si desde siempre cargué huesos herrumbrosos!
¡Qué más da que el aire sea monótono,
Y la vida un eco de cruces ciegas, un eco del tizne y la polilla!

Inútil es sentirse vivo, en medio de tanta crisis mundial,
Cuando el tiempo nos embiste con rígidas sábanas.
Sólo espero que esta cadena de la noche,
Haga de la tumba del pecho una gozosa obertura
Para el gris de la ternura,
Y al menos se convierta en un insomnio de violines.
Sólo espero la ceniza del recuerdo,
Para no manchar las paredes de los sueños
En desordenado graffiti,
Ni abra espectros para celebrar velorios.
Ahora somos seres deshaciéndonos bajo tierra:
Segamos y sangramos y nos obstinamos a los días;
Solitarios centelleamos en lo oscuro como pequeñas luciérnagas.
Nos salieron pústulas y nos dio gangrena.
Nos despojamos de la ropa y la lluvia reptó,
Hasta desteñir la piel y hacer fango en muslos y armiño.
Ahora desde el fondo del traspatio,
Hay rieles de inexorables locomotoras
Que sólo el subconsciente sabe que se alejan…
Barataria, 24012004.
Del libro inédito: Elegías.
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martes, 8 de abril de 2008

Elegía tercera_André Cruchaga

Ilustración: Marcel Duchamp.






Elegía tercera



Aquí he visto pasar los grillos que el Lempa levanta en la noche.
¡Cuántas veces pasamos este paraje con luciérnagas,
Con tanques y ametralladoras y M16 y AK47
Y siempre salvamos nuestra fragilidad humana!
¿Qué aprendimos de aquel tiempo que pasó encima
De nuestros cuerpos y sueños?
Aquellas batallas no sé quiénes las ganaron o perdieron.
Nosotros, en cambio, perdimos el resplandor de la luz:
El viento de la Esperanza en nuestras cabezas.
Perdimos el arpa de los sueños. Perdimos los ojos de la luna.
Perdimos el libro subterráneo de las emociones.
Perdimos la gracia de reventar campánulas,
Aun con el riesgo atroz de la muerte:
Esquirlas de estrellas fragorosas cayeron sobre nuestras sienes.
La guerra pasó con su ardiente noche:
Qué de nosotros montados en caballos de olvido,
Qué del galopar sobre el río de los anhelos…

Nada quedó porque huimos: ni los golpes de artillería
En los ingenios y los puentes y las casas…

Sin embargo, nos alcanzó su prostituida pólvora.
Nos alcanzó su sangre diluida. Nos alcanzó su vaho de espesa niebla.
Ahora las ventanas se confortan con tu ausencia.
La yedra creció en la espera como una barba desordenada,
Hasta formar “falsas ventanas”.
“Tal vez nuestra única felicidad sea la de haber vivido”,
Entre los rigores de la hojarasca,
Muriendo entre gente descalza,
Para sentir las baldosas de la vida.
Ahora desde latitudes de incierta niebla y ventisca,
“te veo descender con tu ropa oscura,
Empolvada, por el largo paso de la espera
Y sojuzgamiento. Vienes hacia mí,
Llamándome por mi nombre de guerrero,
Y oigo sonar las sílabas
Rotundas y embriagantes.
De retorno llegas, avientas de mi rostro
Toda la nostalgia sin sentido,
Alegre y ardiente. Me miras lenta
Debajo del sol y flotas
Quiméricamente solitaria y aturdida”.
La vida es todo esto: nos gastamos…
La vida es todo lo que nos queda:
Gritos convertidos en espinas y labios extenuados,
Por el dolor sordo del respiro.
La vida es todo lo que nos queda:
Los párpados cerrados sobre el musgo de la almohada,
La noche mordiendo mariposas mudas,
Y una crayola dibujando líneas en el horizonte
Para recordar la infancia…
Barataria, 26012004.
Del libro inédito: Elegías.
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lunes, 7 de abril de 2008

Elegía cuarta_André Cruchaga

Ilustración: Marc Chagall.






Elegía cuarta





Busco cosas, me acuerdo de otras, vuelvo a los poemas,
y además voy y vengo, quiero, juego, trabajo, espero,
desespero y considero…
Julio Cortazar




Todo retorna a las aguas oscuras del mar:
Incluso las sombras de la luna y la tristeza,
Los muros de grandes escenarios,
El mundo ilusorio y la orgía que anima,
Los lujos de los dioses y los hijos de los hombres:
La noche grita en el barco de mi yo,
La soledad del corazón pare abismos.
La voluntad claudica cuando la tormenta arrecia,
La estupidez brilla como el hacha del leñador,
La mujer viéndome con sus ojos vacíos delante del espejo…
Yo sumergido en un exilio cotidiano,
Caminando con el rostro interior de la demencia.
Al fin de cuentas, los ojos guían
Esta montaña de alucinaciones.
Después de todo nada queda sino niebla,
La ceniza, el fuego de los sueños,
Las alas rotas de un moscardón en la ventana,
Crujiendo en las ramas de su propia tempestad.
Las escarchas de medianoche de Coleridge.
Keats en la noche solitaria de invierno.
Por todo, en gotas de rocío quiero hundirme
Y mezclarme con la ceniza: lejanías
Del recuerdo de Novalis, ramas, esperanzas
En ropajes rotos, tizne al atardecer, horizonte huyendo.
De pronto uno cae en la cuenta con Quevedo:
“Vivir es caminar breve jornada
Y nada que siendo es poco y será nada en poco tiempo”.
Harto estoy de desnudarme a solas con su cuerpo,
Sentir la forma del mundo y ella nos mantenga de cabeza.
Algo de Góngora hay en este desierto de peregrino;
Aunque para mí siguen doliendo más las partidas.
La espera se torna en fiera desafiante,
O en asombro de ver al propio yo,
En la levedad insoportable del ser sobre las aguas.
Alguna vez nos cubrimos sólo con el viento;
Ahora sólo es el eco de aquel sonido extinguido:
Medio vivir en este mundo. Allanamos las manos de los muertos.
Y ocupamos esos cuerpos rotos y oprimidos por la fatalidad.
Ella cantaba boleros como dice Cabrera Infante.
Eran surrealistas todas sus ansias y sus líneas;
Pero ya no importa. “El reloj se volvió páramo”.
Hoy ella baja las escaleras frías de Omaha y Des Moines.
Yo sigo tirando mis pensamientos al aire,
Y escribiendo nombres parecidos al silencio.
Después de esto pienso: es triste morir,
Y yacer en los umbrales de imposible calma.

Quizá el secreto esté en no sentir la vida…
Barataria, 25012004
Del libro inédito: Elegías.
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domingo, 6 de abril de 2008

Elegía quinta_André Cruchaga

Ilustración:Wassily Kandinsky.







Elegía quinta




Un hombre pasa con un pan al hombro.
¿Voy a escribir, después, sobre mi muerte? […]
Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre.
¿Cabrá eludir jamás al Yo profundo?
Otro busca en el fango huesos, cáscaras.
¿Cómo escribir, después, del infinito?
Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza.
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?
César Vallejo




Tengo la rara sensación de estar viviendo los sueños
Que otros ya vivieron:
La lámpara encendida tras el miedo,
El camino con viejos cuadros de ocasos,
La monotonía de los barrios,
La polilla de la paciencia entumecida,
Gastada en el madero de los sacrificios:
“señas me da mi ardor de fuego eterno”.
El alma cuelga de las enredaderas:
Sensación deshilvanando hipos,
Manos desarticuladas en el océano de los circos.
Sueños: Pesados sueños en triciclos
Debutando con calambres y rara sed de cansancio,
Cuando las emociones y el reloj se llenan de tizne,
Y el whisky, sólo sirve para recordar párrafos,
De la maltrecha insolencia del tiempo.
Los sueños no son alegres ni cuando están en reposo,
Ni cuando la imagen cotidiana los arremolina,
Ni cuando los alfileres del aire apremian,
Ni cuando vemos el amor ansiosamente líquido.
En todo sueño es evidente un bosque de agujas;
Aunque la necesidad del mismo arrulle analgésicos,
Como pensar la geometría de Helena,
Descolgándose en pañuelos de gaviotas
También los sueños, en su cavar poseso,
De vida humana y de pálido deseo,
Nos llevan a inviernos de sombra y silencio,
Y a aljabas donde todo se hace hielo.
Alguien, sin embargo, tira flechas de incomprensible madera,
Para vivir, también, su propio sueño:
Navíos de Venus o de Baco,
Alfabeto náufrago de los vientos,
Y del éter ávido del horizonte:
Niño sentado agujereando las nubes,
Y el aguacero de los sueños. Sueños nada más
De abandonadas brújulas y ciegos velámenes.
“Ítaca [nos brinda] tan hermoso viaje ―dice Cavafis―.
Sin ella no [habríamos] emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que [darnos].
Aunque la [hallemos] pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así entenderás qué significan las Ítacas”.
Es decir, ese severo horizonte de los sueños,
Cuando el presente se gasta en la suela de los zapatos
Y el futuro y la realidad muerden: ojos, cabellos y rostro.

Ahora la miseria crece desde el subsuelo sin cesar;
Los amantes sin alas, viajan en taburete y gotean
Y estrechan pequeñas ansias de meses, sorbos de espuma,
Frías ventanas entre las ramas del sueño
Que alguien desde el poder lanza a la mesa…
Barataria, 09022004.
Del libro inédito: Elegías.
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sábado, 5 de abril de 2008

Elegía sexta_André Cruchaga

Ilustración Wassily Kandinsky.




Elegía sexta





...parece que fue ayer la vida
perplejo y aliviado por el último abismo
esperas otro lago otros rostros otros ojos
asomados al límite entre el agua y la muerte...
Manuel Vásquez Montalbán




Entre las ramas de los pensamientos,
Una sed de ceniza esparcen los árboles;
Los perros ladran donde el viento se hace sal,
Y las pupilas se mueven como hojas de otoño.

Han sido años de sacudir brida y montura...

¡Cuánto le ofrendamos a la vida,
“Cuando aún no nacía la esperanza”.

Ahora siento duro el pasar de los años.
Las mañanas con gestos efímeros,
Los abrojos oscuros de las horas:
Vagos pensamientos de las aguas idas y bebidas.
Y vos, no estás aquí, tocando el balcón de los poros
En el arroyo liviano que adelgaza la música.
No estás aquí para quitarle noches al alma,
Y apartar las piedras del atajo inminente,
Y el final ensimismado de los recuerdos.
Ahora, toca unir pálidos rompecabezas,
Y agonizar con las manos abiertas frente a los veleros;
Morder la zarza ungida de corazas,
Beber al revés el lenguaje del alma,
Contar historias al borde de la sangre coagulada,
Expulsar los ojos para ver la luz,
Caer en la levedad hueca del espantapájaros,
Ver indiferente las ratas que salen del tabanco,
Suturar las heridas que se abrieron como ráfagas.
Y vos no estás aquí con tu violín de cierzo,
Acompañando mis últimos sueños.
Por el contrario, te aferras a los trenes: Al olvido,
Y a ese afán de quebrar los vidrios del horizonte.
Sin embargo, mientras llega la sombra de la hojarasca,
Y termina esta fugacidad del ojo,
Y la sonrisa caiga sobre cirios,
Es bueno pensar en el secreto cauce del olvido.
A fin de cuentas, la tierra se encarga,
De enfriar los pensamientos y la carne.

Después, no digas nada cuando veas el mar...

Después, no pongas crisantemos ni alelíes sobre mi féretro.
Después, no hables de los fríos golpes de la trementina,
Cuando copule en los pinos del eco.
Ya para entonces será inútil:
Estaré en perpetuo cautiverio hacia el cielo.
Un insomnio habrá plantado bosques;
El arpa de los grillos velará criptas,
Y un timbal de huesos colgará de los sueños...

Después, no digas nada: Para entonces:
“(habrá) muerto el amor y los días”.
Y se habrán roto los telares mojados del aliento.
Barataria, 11 de febrero de 2004.
Del libro inédito: Elegías.
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viernes, 4 de abril de 2008

Elegía séptima_André Cruchaga

Ilustración: René Magritte.





Elegía séptima




…lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el goce de estar triste,…
Jorge Luis Borges




Nada me dice que todo cambie
Frente a los espejos de la cárcel
Y a los entumecidos barrotes del destino
Nada me dice el escalpelo envuelto en el otro yo
Nada la tormenta de la oscuridad de ayer
Encerrada en la jaula del tic tac
Sin embargo quiebra la garganta y se gime
Voy a dejar el reino del vacío
Para acostarme sobre la hierba
Quizá para abrir el abanico de otros espejismos
Voy a ladrarle al mar
Para beber una eternidad mojada
Y encender su hoguera de espuma
Ángeles o demonios sucumben en féretros
Pájaros emancipados
Bocas petrificadas
Y sin embargo horadados por rotas constelaciones
Voy a partir con la torcaza de las palabras:
Sé que es un rito peligroso
Pero a fin de cuentas es saltar sobre los muros
Nadie sabrá que traspasé el enigma de la noche:
La memoria con su bandera de calendarios
La sangre que está en el vaho del relevo
Aquel retrato sepia disputado por la polilla
Aquel miedo de no saberse de este mundo
Voy a resignarme a la promesa de los aniversarios
Aunque haya dejado de celebrarlos hace mil años
De todas formas ya olvidé quien fui:
El corazón flota entre roídas telarañas
La soledad tiene la espesura de las lápidas
Y el largo trayecto de la piedra al balasto
Ahora vivo los fuegos augurales del náufrago
Y ese torrente de ventanas inventadas
Que dá el vértigo del abandono
Voy a partir como siempre: Sin intinerarios
Lento en andar pese a la marea alta
Pese a que me corroe el féretro del miedo
Y el relámpago seco clavado en las manos
“Así, pues, despídome de los caballos,…
los pájaros, el gato y sus costumbres. Déjame
una vez más mirar las flores y la lluvia. Es este
el trágico instante en que uno descubre
el delirio misterioso de las cosas, sus raíces secretas,
el instante supremo de decir adiós a cuanto se adoró
en esta vida”.
Déjame debatir con mis propias sombras
Déjame decir un adiós indefinido
Deja que se muera “la danza del deseo”
Y con ella su alarma de huracanados fuegos…
Barataria, 13 de febrero de 2004.
Del libro inédito: Elegías.
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jueves, 3 de abril de 2008

Elegía octava_André Cruchaga

Ilustración: Ejler Bille





Elegía octava





…hubo dos tiempos en mi tiempo.
José Gorostiza




Haber vivido siempre fuera de mí mismo
Y de ti misma. Haberte ido: huir vertiginosamente.
Traspasar fronteras: Hermosillo, Ciudad Juárez.
Después la zozobra. La falsedad de la conciencia.
Los yermos del alma. Los abrojos haciendo mella.
Acompañados del ixcanal. Acompañados de la zarza.
Quitar piedras. Saltar bardas. Anhelar el pan
Bajo sombras de tempestad desértica. Rojizas
Por el calor vivido, trasnochado.
Pero vale vivir el sinfín de la monotonía,
La monotonía del agua sin calor, seca, desolada,
Para erigir estatuas grises de un lejano sueño.
Sueño mudo, perdido en las astillas del lenguaje,
Quejoso en la soledad de las dunas,
Quejoso en la memoria de la sinuosidad ardua,
Quejoso en la evocación de la compañía. Frágil de calma.
Ahora no sé qué haces de espaldas mordiendo manzanas,
Y bebiendo rachas de viento extrañamente pálidas
En hilos de nostalgia. Confusos. Sin realidad.
Aunque la realidad sea contemplar la tristeza.
Tocar la condición ósea. Arrodillarse con nitidez devota.
Pasar. Cruzar. Ocupar la totalidad de las vitrinas.
Mascullar pisando las alfombras. Alargar el esqueleto
Hacia ninguna parte. Hacia nada. Hacia nadie.
De pronto la duda sobre los acantilados de la tarde.
De pronto el miserable ajetreo como violín gastado.
De pronto una porción de nosotros ausente, muerta,
Queriendo hacer perceptible el inicio:
Recordar la risible indiferencia hacia el sexo. Hacia el otro:
Odre del regocijo. Tonel raudo.
Perito sonoro de la cuajatinta. Punto de espejos.
Ahora todo se va. Nada queda. Nada.
Pero aquello enloquecía. Huracán sin cerrojos.
Llegaba a un punto de enajenación envolvente,
Desencadenaba ríos. Invertía la transparencia
De las ventanas. Rompía el horizonte y la astucia
Del tiempo. Desmontaba potros. Maduraba madrecacaos.
Nunca hubo fronteras. Ahora las tiene la conciencia.
La cóncava matemática de las probabilidades,
El prurito de los sacramentos. El ojo de la culpa
Apropiándose del océano de la Esperanza.
Allí están ahora. Impertinentes e indiferentes,
Perdidos ambos, en países tan disímiles.
Nuestros pies arrastran lo que no es posible;
Y lo que es posible no compensa
La finalidad primera. Sólo la última:
El asa exterior que no encontramos: siempre la duda
De no darle un cheque por adelantado al desahogo,
Ni proceder al principio de la fragancia.
Lo demás es mera resistencia. El dolor que aisla.
El dolor que acaso radicaliza y descarna.
El dolor que acaso lacera como látigo
El propio dolor de la totalidad humana.
Barataria, 16 de febrero de 2004.
Del libro inédito: Elegías.
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miércoles, 2 de abril de 2008

Elegía Novena_André Cruchaga

Ilustración: Carl Carstensen.






Elegía novena




Cede ya la noche profunda.
Goethe




Allí, al fondo de siete candelabros,
Iluminamos el alma o los días padecidos,
Perdidos en las sombras, sin la palabra dócil
Del Espíritu, sin los siete dones: La Gracia, La Paz
Tan necesarias para levantar la sangre,
Ver el Principio y el Fin de las cosas. La cruz,
No en el hombro, sobre el pecho. Verte. Vernos.
Venir o ir en el arrebato y ya con cabellos
De lana transformados por el gemido,
Por el temor de lo que no somos dueños.
Fuimos fundidos en las aguas del fuego. Goteando ceniza.
Nunca se advirtió el miedo y sí la muerte,
Sí la Nada comiéndonos. Mutilando esfuerzos.
Sí la noche con siete estrellas huidizas
Goteando quejidos imposibles, rechinando sus vértices,
Sobre los siete ojos del lenguaje y la ignorancia.
Porque a fin de cuentas es ésta la borrasca: Insta
A no ver la claridad de medianoche,
Ni la oscuridad rotativa que la circunda.
Ante el asombro perdimos toda libertad. La brida.
Padecimos el flagelo de los cascos. Nos inmolaron
Desde el viento del horizonte hasta el ara de la tierra,
Donde la ira se disfraza en los cirios.
No sé si alguna vez fuimos justos. Sólo tú. Sólo yo.
Ambos tuvimos intérpretes diferentes.
Sentados en el solio del gozo nos volvimos irreconocibles.
Perdimos y ganamos con el disfraz de la fiesta.
Morimos. Estábamos empeñados en eso:
La deshora. La noche. El patíbulo.
Morimos, no. Murió la fe. A menudo es lo mismo
O peor. La fe plena no es lógica. Se evoca. Se invoca.
Salvo excepciones indulta cualquier zozobra,
O se convierte en llave para no abrir el abismo.
Morimos frente al escorpión de los meses. No.
Murió la razón. El sendero de la luz. La tregua.
Nada ha quedado que suavice el lenguaje:
Ni trino, ni resplandor, ni con qué arroparnos.
Sólo la oscuridad maniática. Los colmillos de la intemperie.
El trueno bestial del reproche: Diademas de sal.
Ninguno pudo beber vino. Sólo se bebió tormento
Como si se tratase de asir el cáliz de Babilonia,
O la hoz que ciega la dulzura de los ojos.
Ahora vemos descender la piedra del desasosiego,
El mar que se aleja con sus marineros a cuestas,
Y un muro levantado con tu cuerpo…
Barataria, 17 de febrero de 2004.
Del libro inédito: Elegías.
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