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lunes, 15 de septiembre de 2025

ESCALERA DEL DESEO

 

Imagen Pintura de Jackson Pollock


ESCALERA DEL DESEO

 

Hojas caídas de un zodíaco genital sin sucios temores,

como dos rodillas juntas, …

CARLOS ILLESCAS

 

Una vez fuimos fervientes al agua de las campanas. 

Subieron las esferas a la espesura,

los los ojos sobre la carne,

el gozo en el sonido;

fuimos ventana

del lenguaje, encima

demla gema,

adelgazamos el grito del pecho,

quitamos las fauces de la calle,

alucinamos sin temor,

ensordecidos por el fragor del trino.

Vimos partir los escapularios de nuestras pupilas;

sin cansancio, arreciamos el fuego,

los fuegos de la yesca,

los fuegos cóncavos,

los fuegos de la piel,

nos inclinamos al aire para probar el equilibrio 

y era firme y era roca,

la centella

el amor íntimo,

hasta que el tiempo se robó el fuego

y supimos los límites de la espina,

y supimos temblar en la noche,

y supimos del escarabajo inquilino,

supimos

del líquen

enredado

en la desnudez.

 

La felicidad es tan efímera como un vilano en el aire,

como todo lo que descansan en la noche.

 

El tiempo es un cadáver en el petate de las sombras,

muerde la luna consagrada en el pecho,

los pezones de yedra de las acequias,

el interior del espejo,

trenzados chupamieles en los puertos.

¿Hacia dónde nos lleva este deseo,

aguas aplacando el polvo,

el soplo cuando crujen los ijares?

¿Hacia dónde el arco y la flecha,

el fogón de jarros y manteles,

el balcón del jadeo que vuelve melaza la llovizna? 

¿Qué destino de puentes hay que cruzar

para que no pese el aliento,

ni la lengua deje de ser siempreviva,

réplica de un telar? —Desde siempre quiero un escalera

para subir y verbalizar el follaje,

cielo arriba hasta tocar cielo,

que no se vuelva desechable el perfume,

ni aúlle cercano el olvido.

Una escalera con la forma del amor,

conmovido por el descurimiento

del cuerpo y su dulzura,

conmovido por los linderos del cuerpo.

 

Hoy quiero ser ajeno al olvido:

quiero guardar todo el sonido

y recordarlo en el colibrí,

recordarlo, doméstico

de caricias,

recordarlo

y que perdure

en un lienzo

de madreselva.

 

Como la vida me ha dado lecciones de peregrino:

siempre voy,

cautivo por el viento;

voy, zarpo, no siempre hay peces

en la otra orilla,

luz que termina siendo

marea en el candil de la carencia.

Subo a la escalera del deseo,

pese a los adioses;

a menudo es sordo este encierro,

aquello que mis ojos

no olvidan,

roja lengua en fuga.

Alucino en el seno endurecido,

alucino en ella,

fastasma ebrio

en el espejo.

 

Del libro: «Dictado de sombras», Barataria, 2011

©André Cruchaga

Imagen Pintura de Jackson Pollock


sábado, 6 de septiembre de 2025

DE PRONTO, LA ESPERA

 

Pintura de Jackson Pollock



DE PRONTO, LA ESPERA

 

 

Se multiplica el día en los espejos

del gran escaparate, entre lunas altivas,

me llama la atención una figura…

MILAGROS SALVADOR

 

 

Por tu cuerpo, los brazos míos,

poros ofrecidos, gajos de luz

como un rascacielos de fósforos en mi respiración;

por tu cuerpo, 

el gozo de las palabras jugando al camino,

al puñado de luciérnagas hechas sed, amaranto, 

búsqueda irremediable;

una voz muerde las sílabas con esa música que sabe a canela,

a mar, a lontananza. 

 

Por tu cuerpo sale el poema

sin Pie quebrado,

entero como el rigor intenso y firme de la turbulencia;

hacia el nido,

la sábana es un absurdo.

La boca

fragor de música.

Por el agua de fuego que bebemos, 

habremos de consumirnos

en el ventarrón de los orgasmos

hasta que piedra sobre piedra sea un solo latido,

un mortero

a quemarropa, en los tendones del badajo.

Por tu cuerpo, hecho de brasas y campanas,

el rojo del latido enarbola

los metales; el juego es un ave rapaz,

el mediodía del solsticio,

las lilas en espiral ardido.

Cuando más es la espera,

sube solidario el mendrugo,

caldera de dos cuerpos;

en el pan que abrasan las pupilas,

la caricia derrite la materia,

el navío donde todo

se vuelve inagotable. 

 

Por tu cuerpo he venido a beber tiempo y abejas,

racimos de miel en el azahar del sexo,

alberca donde cava el desatino;

en el acecho quemamos la garganta,

esa espera que hace largo el vuelo,

el barco terco de las caderas,

el fogón que nos de permanencia en el acantilado.

De pronto la espera,

dura moneda del poniente,

la espera,

 quemadura.

 

Por tu cuerpo caduca la urbanidad,

la claridad absoluta;

y no importa esperar a que el jadeo

brote deshojado,

igual que un otoño de hojas húmedas en las manos,

igual que el deslizamiento del eclipse

sobre la caleta del ombligo. 

Por tu cuerpo,

sitúo la flama en la hondonada y no importa

cuánto mundo tenga la lección que aprendemos

en las redes movedizas del desasosiego.

Ante los ojos,

El cuerpo volcánico del laberinto:

nuestro tesoro que nos ancla en el arroyo.

Siempre el cuerpo

se enciende con azúcar, digamos,

azúcar cárdena del musgo

en el paladar del tiempo.

Por tu cuerpo bebo a jarras el espejismo.

Y no importa esperar

en el sereno, si los párpados sin brida,

beben la vigilia del tatuaje,

la luz de la almohada, las raíces del vientre,

la diadema de los lóbulos,

esta cobija que nos asiste.

 

Esperamos que playa y mar no angosten los litorales

y que la fecundidad, haga lo suyo:

unir el eslabón del vuelo sin riesgo a que la tarde

nos haga caer en el vacío.

 

 

Del libro: «Dictado de sombras», Barataria, 2011

©André Cruchaga

Imagen Pintura de Jackson Pollock