CRECIERON
Y MURIERON LOS JARDINES
Esos ojos de frío no me mojan
la espera de tu llama,
de las escamas pálidas de
ansia.
Vicente Aleixandre
Siempre buscamos el escondrijo de la leña quemada del andrajo
en el nudo del ansia de los días que parecen
interminables ánforas.
Nada es igual a los ojos decapitados del ahora.
Te esperé por años en este territorio:
crecieron y murieron los jardines,
otros jamás volvieron a este sordo silencio
de miserias para enjugar
sus lágrimas: hasta el rumor de la compasión
hiere al alma.
Sí, el ojo se perdió en la sedosa desnudez,
cálida, de la adolescencia.
Aquel nido ahora es ruina frente a mis ojos
cansados.
Nunca volviste o te hiciste invisible en el
plato vacío de la puerta
amortajada: desde la cobija de olvido, solo
puedo asir el frío
con sus dedos de alfileres mutilados, con su
desagüe de antorcha
gastada, con su murmullo de estanque
contenido en las vísceras.
Nunca volviste, es cierto. La espera se fue
convirtiendo en un aguijón
indescifrable, en una hoguera de sinuosos
espejismos.
Junto al grito, creció la duda con su pálida
geografía, la vigilia,
y más, las distancias en el país que nos
duele amorosamente.
Del libro: Fuego de
llaves invisibles, 2021
©André Cruchaga