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lunes, 29 de junio de 2015

CAMINANTE

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CAMINANTE




Los caminos como un pecho abierto, con sólo la alforja del instinto:
fluye la sal hacia el horizonte, fluyen los recuerdos como los tantos destinos rotos 
y ahora escombro.
Soy un caminante cuyos zapatos se derraman en la niebla. Sobre el ojo fluye
la rama verde de tus ijares, el collar de la brisa, la bóveda mordida
por los juegos de la fantasía. En medio de la noche, los peces impasibles
del pulso, las aguas en el sendero de la noche.
En la claridad de las ventanas, el pájaro antóloga almanaques de vilanos.
(Es otra manera de caminar y comulgar con ciertos fermentos. Sé que camino
todos los días de norte a sur, de este a oeste: las distancias, me parece, tienen
el aroma de los eucaliptus.
Existen andenes solitarios en donde siempre escribo sin urgencia mis epílogos.
A veces una ladera muerde la sombra de mi sombra.)
En las esquinas de la ciudad, una estantería de periódicos mira el aire
envejecido de los periódicos. Alguien desde mi infancia, me conduce por vados
y muelles, por noches húmedas de caracoles y paraguas;
en las defunciones es perenne la memoria, insepulta la memoria
de los muertos, redondo el minuto inesperado que muerde al cedro insondable.
Inédita es siempre la realidad reflejada en mis costados; perenne el puerto
que golpea las pupilas.
De todo, sólo puedo abarcar la línea del horizonte y esos pasillos de forma
interminable por donde crece el mundo.
Barataria, 26.VI.2015

sábado, 27 de junio de 2015

PÁJARO ÚLTIMO

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PÁJARO ÚLTIMO




El desvelo crece en el pájaro último que canta en medio de la bruma.
Ya son insuficientes las palabras para tanta penumbra, mengua la luz, pero
prevalece el absurdo con ese anfiteatro de lamparita de noche.
En el pez del sueño, la eternidad descifra la voz lisa del bambú cifrada
en los ojos donde galopan castrados los sueños.
(Siempre es difícil pensar la última habitación de los deseos, la última boca
en ruinas, la camisa disparatada de los sordomudos, el quinqué del agobio
en la lección de los féretros. Acorralado ya, uno deja cosas colgando del umbral:
sábanas, incendios, y cuerpos que crecieron junto al júbilo o al desamor.
Quizá en la vastedad de las horas, y el presentimiento escuche cantar al pájaro
con su infinita ternura.)
De pronto, los vitrales, no son sino rastrojos de magulladas voces.
De pronto, las distancias tienen apenas el tamaño de un féretro.
No existe remedio, después de todo, para curar los espejismos que entran
al pabilo de la noche. Rota la oscuridad en mis zapatos y mis sienes.
Golpeo las llaves contra el pavimento, sobre el granito fragmentos de aleteo.
Descorre el humillo de las velas como un centinela imposible.
Siempre es atroz el coagulo de sal que resbala sobre las mejillas: uno pierde
la voz debajo de la nostalgia.
Entre el guijarro y la hojarasca, otro destierro más hondo: clavo, martillo
y madera, son ahora el trino y el paisaje y el yo descalzo…
Barataria, 23.VI.2015

jueves, 25 de junio de 2015

DEMENCIAS

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DEMENCIAS




Alguien me habla de demencias. ¿Quién no está demente en estos días?
O mejor aún, ¿quién está cuerdo? ¿Quién musita junto al alfabeto de los insectos
y vacía los acantilados del aliento? (Yo sólo quiero escribir: es mi única razón
de estar en el mundo. El silencio y la noche en mí se corresponden.
Solo en la gramática de las aniquilaciones, en la enfermedad que avasalla.
Hay que platicar con los muertos y los que mueren, ¿será igual la trama?
Camino con los ojos de la bruma, mientras adentro, hay espacios deshabitados,
las sombras con sus advertencias milenarias.)
Quiero escribir un manual, —por ejemplo— para platicar con los ecos que deja
el luto, para profanar el monopolio en las casas de citas y fingir hasta lo hostil
de lo indecible. Me llueve, mientras escribo, el silbido del evangelio universal,
la mitad de las extremidades de la brisa,
el corazón de un niño que no deja de contar paraguas en los parques pensando
que son piscuchas; me llueve la primera sábana derretida entre las piernas,
y su escapulario de firmamento derribado en el fermento.
Y las miro, —miro las palabras hasta el encallado del paracaídas.
En los pasillos del calendario, se disparan los arrepentimientos, recuerdos
sin memoria y sin camisa: meros recuerdos, desagües de aquel grafiti
en la pared. —Nunca digas palabras desgraciadas, solo palabras inocentes
o generosas, para el caso: lavabo, inodoro.
No hay nada de absurdo en los miedos, cuando éstos seducen y masturban
el falo de los muertos. Pienso en vos cuando escribí mi primera palabra…
Barataria, 21.VI.2015

martes, 23 de junio de 2015

DIGRESIONES

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DIGRESIONES




Alrededor de las sombras también gira el infinito, toda ráfaga escarba
en las uñas de las estatuas; en el nudo de gente que se hace en las plazas, 
reconozco la nostalgia: siempre me hundo en el fondo de tantas cicatrices.
Lo que nunca se dice es lo que a menudo socava la conciencia.
En el sollozo la levedad insoslayable del agua, la carne sin embargo inverosímil
del barco impermeable del crepúsculo.
En las aldabas de las genealogías, no caben las casualidades, ni los trompos
ciegos empantanados en la boca, ni los fardos de mendicidad en las aceras,
ni los pruritos del séptimo día en los escapularios.
Juzgo ya inasible aquella tormenta de esperma alrededor de lo irremediable.
Voy siempre con ese delirio embalsamado de luciérnagas y trenes;
Alguien hurgará por mí las destilerías del sonambulismo,
el almanaque del escalofrío, los días incontables de la sal entre mis manos.
Las veces que he desatado los nudos del aliento.
Debajo del césped o el musgo, mi corazón tallado de piedras extrañas.
El terror de estos días también es visible en los retretes.
(En las fauces de lo inminente, no habita la solemnidad de las epifanías,
sino el golpe del estiércol en el hocico, el pólipo del miedo en el olfato.)
Hay palabras como zapatos que no caben en las manos.
Hay peces que bracean en la sombra de los ojos hasta morder la gratuidad
del sexo; a menudo las alternancias son un fraude y no van a ninguna parte.
Barataria, 20.VI.2015

domingo, 21 de junio de 2015

EPÍSTOLA AL INSTANTE

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EPÍSTOLA  AL INSTANTE




Hemos erigido el bostezo de los huesos, en cábalas, abjuraciones e idolatrías.
El terror nos acecha con palabras de piedra: cada transeúnte encarna sus propios
simulacros, el desplome de las ojeras, los incendios de las rotaciones.
Somos ardor mientras llegamos a la otra orilla.
Arde la flama en consigna de luciérnaga; no existe la  totalidad en el escorpión
de los cuchillos, sólo el hilo del aullido en la conciencia.
Siempre respiramos la noche en el ojo del paraguas: el éter anula nuestra lascivia.
Despertar es tener memoria del martirio, del olvido y del breve instante que vivimos.
Ya de regreso, el espejo nos porfía sus mutaciones. (El grito resulta solitario
cuando ya no hay trino en la rosa muerta.)
Vuelvo a donde nadie y al esqueleto de peces carbonizados.
En el minuto la lengua desclava las campanas: por un momento olvido el trabajo
de la intemperie, y este reino reptil de sombra y miedo. Olvido que la codicia
es hostil y se esconde en la dureza de la noche.
Nunca lo efímero tiene raíces, aunque arrase de golpe el origen de las palabras.
No tengo más memoria que todos los comensales de esta tierra.
Nunca esperé tanto para ver la claridad: —vos lo sabés cuando has tocado la puerta
de los sueños y mordido las palabras del polen.
Siempre la herida en el costado se llena de nostalgia; alucino en la escarcha
funeraria del pálpito. Nada sobrevive, después, a los comensales de la vigilia:
hoy es hoy en la boca de algún sepulturero…
Barataria, 18.VI.2015

viernes, 19 de junio de 2015

EPÍSTOLA DEL RETORNO

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EPÍSTOLA DEL RETORNO




En algún lugar, al amanecer, el horizonte colgado en el dintel del tiempo.
Desde el espejo los regresos y el camino andado: las esquinas del país manchadas
de fantasmas, algún anciano en mi sed de niebla.
Nada es al azar la limosna de la asfixia, ni “El Libro de los seres imaginarios”,
de Borges, ni Marcel Proust, ni Anacreonte.
Al evocar lo andado en la crónica de los desaparecidos, uno relee la trama del teatro
con la singularidad que lo haría San Juan de la Cruz o Heráclito.
Pasada la tormenta y después de hurgar en el calendario, el cadáver de la puerta
y sus jirones de telarañas que juegan desnudas en los ojos.
Nadie nos reivindica en el puñado de polvo de la noche, ni siquiera la diadema
del lupanar, o el crucifijo aullando en los mercados.
Uno siempre es viajero, diría  Nietzcche, por más sedimentos que acumule
el aliento en el toro negro no disuelto del fuego. El camino resulta ser variante
de los recuerdos devorados. O solo huella. O solo lágrima.
Sobre el polvo de la memoria, el equipaje amarillo de lo insospechado.
(Nunca sé si hay demasiada vida o demasiada muerte, en este oficio hueco del reloj;
entonces miro la imagen en el espejo antes de claudicar.)
Es solo cuestión de tiempo —me digo—, para descubrir la esquina de los epitafios
y sus atajos de herrumbre y sus trenes de sombras y sus paredes de indiferencia.
Quien regresa, es otra muerte profunda como un monólogo…
Barataria, 16.VI.2015

miércoles, 17 de junio de 2015

BOSQUE DE LA TINTA

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BOSQUE DE LA TINTA




Al borde de la banca vacía se disuelve el libro del tiempo: la tinta deja
en los ojos, una tormenta de sombras invencibles: la historia que se rompe
en la soledad de la boca,
el espejismo que acaso nos anuncia nuestra inmolación, el cortejo de las barcas
que descienden hasta la última exhalación de los retablos.
La madera se aferra a lo inverosímil; mientras, adentro, se fundan
los imaginarios; desnudo como el pueblo abro mis sueños, mi estación de sal
con su embarcadero: atravieso las mamposterías y los jeroglíficos
de las encrucijadas, los pájaros de fuego que bajan hasta el pozo de la memoria.
Aunque siempre hay mudanzas, algo pervive en los trapos torpes de mi mano
que junta los clavos del arcano palabra a palabra.
Hay una historia viva en cada hoja: en los callejones del tiempo, la gesta
de la fábula o la leyenda, las distancias próximas a la ceniza.
Allí, reclamo el aleteo y los fragmentos de exilio de este mundo acostumbrado
a la pesadumbre de las funerarias, a los ahoras de arcilla.
(En este gozo sosegado, elijo el cordaje de la escritura y desafío la escoria.
La relectura secular del tiempo cambia de manera puntual clavo y madero;
diría que en cada camino hay cauces y preguntas: todo se anuda al aliento.
En el leve hierro de la tinta, juegan y perseveran las ausencias.
Nunca dejan de ser verdad los puntos cardinales invertidos de la congoja.
Todo nos abrasa, hasta las sabandijas que nos amanecen en el aliento)…
Barataria, 14.VI.2015

lunes, 15 de junio de 2015

DENSIDAD DEL INSTANTE

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DENSIDAD DEL INSTANTE




Uno quiere morder los manuscritos del infinito con cierta premura. En el papiro
de los sueños, se leen los espejos que el tiempo nos dicta.
El flagelo de las sombras es otra adversidad entre las manos: nos parece
furtivo el pañuelo en este instante que gobierna la intemperie. El ojo oscila
entre rituales y sordos ecos. (La vida siempre hay que enfrentarla cara a cara;
con todo el imaginario íntimo de la brasa, sin las afonías propias de la saliva.
Siempre resulta extraña la pesadilla del polvo en los laberintos del sueño,
la piedra de la usura en el entrecejo, cuyo rigor muerde las semanas.
Arde la sinuosidad del instante en el atlas del umbral.)
Una vez la densidad de cada circunstancia deja de ser fuego, vuelve el rostro
de  ceniza a inclinarse en los espejos: siempre hay un momento en donde
los cuervos mueren sajados en las pupilas.
Hasta aquí, atravieso mis propios gemidos, los complejos rostros del abismo.
Ahí, en el mundo de las aldabas, la puerta atraviesa la garganta;
mientras hurgo en los anaqueles de las mochetas, un atisbo de polilla,
una historia que nunca rehacen los muertos, ni los condenados a ella.
Uno no sabe después de todo, si se pueden coagular todos los minutos,
el porvenir y las huellas del desagravio. Y si hay otra tierra prometida
a diferencia del paraíso que tenemos.
Ha sido de estremecimiento cada sombra en el paladar: sombra es la imagen
de barro que nos convoca; en el plato del rehén, el pájaro sepultado del alma.
Barataria, 13.VI.2015


sábado, 13 de junio de 2015

ESTRAGOS

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ESTRAGOS




El daño es inminente cuando los bisturís se ensimisman en la noche.
¿Qué furia silenciosa recorre lo que parece ser la noticia de todos los días?
¿De qué film, la hidrocefalia, las vísceras rotas sobre el oleaje del polvo?
¿Qué sabe usted de los muertos que produce el país como juguetes para niños,
además de grandes historias en platos vacíos?
¿Qué sabe usted de la historia de la noche y los consorcios que multiplican
pañuelos, y fritura de escombros en las aceras como la libertad y las palabras
callosas y en desuso? —Usted, sabe y conoce la película en la que actuamos,
además de la historia paralela del cacareo. Lo sabe. Mira el trance de vidas.
Usted ve de soslayo a la humanidad empujada al fracaso. (Se vale de los débiles
con letra ilegible, nos hace soñar con los titulares de los periódicos;
pero se olvida en demasía de los condenados de siempre al hambre y el olvido.
Usted reverbera en los espejos omnímodos del poder, mientras las calles
se llenan de innumerable espuma.
Usted sabe de los desaparecidos que nos golpean la memoria.
La cara de la miseria no desaparece, ni los gánsteres, ni el estrépito de ciertas
voluntades, acostumbradas al chanchuyo.)
Uno es el mueble roto en todos estos fragmentos de realidad apocalíptica.
De qué lado estoy —me dices—  justo cuando en la esquina hay un atraco.
Usted sabe que es el mismo olor de la muerte el que toca a la puerta: mire,
no somos Lázaros, ni podemos partir las aguas ni caminar sobre ellas.
Mire las larvas en las manos, diariamente corroen el cordón umbilical…
Barataria, 10.VI.2015


jueves, 11 de junio de 2015

FUGA DE LA VOZ

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FUGA DE LA VOZ




Inerme la boca como el hierro en la sombra; irreal toda la sal de la garganta.
Despeinados ojo y día y mutilada la voz: nada en el sendero que no sea la mosca
o el moscardón, los chiriviscos de luz en medio del polvo,
o la penumbra como un hierro antiguo,
o la voz invisible en el saco de yute, suplantada la identidad, esta historia
disfrazada, apenas audible en las esquinas de las herrerías.
(En la piel, todas las flechas de las profecías bíblicas: a veces de rodillas
la lección en la penumbra, todo el matorral ahumado, el puño de vocales
en el cuerpo sin ojos; roto el pabilo sobre el puchito de esquirlas.
Cabalga la ráfaga hacia las partituras de las campanas: apenas las relojerías
como cuchillos afilados en aquellos párpados silenciados del presente.)
En las esquinas del cordel, el hollín muerde las solapas del ave herida
y en tránsito. Se fuga la noche y mi voz y mi cuerpo y la respiración soterrada.
¿Qué nos queda después de sentir el látigo de la ansiedad?
¿Quién modula estos feroces insomnios de ceniza?
En la boca, los escalofríos de la herrumbre, el cuervo gangoso que crece
en el imán de los escombros. El esplendor oscuro de la muerte y su séquito.
Cuando la voz ha consumido todos los sopores, —vos, sólo la mudez atosigada
de los eslabones del rostro en el charco.
Después de los desmembramientos del cuerpo, quizá las manos se dispersen
como simples sombras a través de la ventana. Quizá, anochecido, la gota de hiel,
sea el único consuelo para esta fuga de acendrada mercadería.
Barataria, 08.VI.2015

martes, 9 de junio de 2015

HORAS CONSUMIDAS

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HORAS CONSUMIDAS




En la cúpula genital, los muertos decapitados, innumerable arquitectura
sobre chiriviscos: tanta y tanta agonía como la piedra repartida en el pecho.
Cuerpo sobre cuerpo, casi nupcial la muerte, esta cavidad hundida
de taladros. Desfiladero y sepultura, alas en el reloj ciego del semen. (Adentro
de la tierra suspira la macolla del dolor, el azadón abriendo la fosa, no el surco,
el arado que alarga las coyunturas del encaje;
sujeto al hilván del susurro, la hiel y sus entretejidas hebras.
Crece, sediento, el desalojo y su torpe destino de alambrada y su fiera desnudez.)
Es tiempo de horas consumidas, —me dices.
En la blandura de la carne, no se hace eterna ninguna altura.
El ijillo de la muerte, también aprieta de olvidos la piel: así lo dice el catecismo
de los días postreros. Todos los lugares ciegos del cansancio y la desventura.
Hay que huir del bramido, no de la amnesia; si del coágulo demente debajo
de la lengua, sí de los huesos y esqueletos seminales.
Es mejor entrar a un prostíbulo que salir a la calle con sus aceras corrompidas.
Tejen las begonias su desierto de garganta.
Tropiezo cada día con extraños habitantes en un país de inminentes soledades.
Ahora solo puedo hablar de horas inmoladas; la sed de huida rompe
las pupilas, la calidez de los pezones: morimos en la vastedad de la primavera.
Muere sobre la piedra el tiempo vespertino y sus emociones.
Antes, ya otros, habían cabildeado candelabros en las fisuras de las baldosas.
Barataria, 06.VI.2015

domingo, 7 de junio de 2015

ENDECHA

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ENDECHA




Lloramos a nuestros muertos en el matorral, en la quebrada, o la sepultura.
Indagamos en las palabras todos los grises emparentados con la muerte.
¿De qué excesos se fue llenado el sudario de la asfixia, el bramido de la ráfaga,
la temible boca de los candelabros?
No sólo cruza el breñal y el antro, nos advierte con su rabia sorda,
nos enlista en su manual de piedra, nos nombra sin equivocarse, nos hunde
en su costal de yute, o en el barril inmóvil de la noche.
¿A quién dirigimos las ilusorias ventanas del escape? ¿A quién que no sea 
y es también noche, boca tórrida, desván donde invisible se acuesta la muerte?
De la zanja sacamos sombras de torsos y pedazos de huesos, (en la alambrada, 
los sombreros cerrados de los ojos, las siluetas talladas de la orfandad, l
a bruma densa en la rosa del sexo.
En la puerta entreabierta del sigilo, el pecho del día quebrado de salmuera.
En la ropa y los zapatos, las manchas oscuras, aquellas líneas del machete.)
Sobre la tabla rasa de la estadística, la asfixia del duelo con trencitas de ceniza,
los manuales de decapitación y el serrucho del hambre.
Ante el ahogo de la tortura ya nadie existe.
Ante la turbiedad de lo salvaje nadie se resiste. La muerte cierra los espejos.
En el horizonte del lenguaje, siempre las puertas inseguras de las vértebras.
Aquí, extendido el crimen, uno olvida hasta las puertas.
Después de la intemperie, no sé si en algún sitio exista la piedad…
Barataria, 04.VI.2015