Imagen cogida de la red
MURMULLO DE LA AUSENCIA
Allí, en mi tardía respiración,
la ausencia de campanas, salvo el estío
extendido sobre el granito. Salvo
el invierno amarillo en las vigas del aliento.
¿Hacia dónde se agiganta la
alambrada de los minutos?
¿Es interminable esta sábana rota
de las aguas, sal y agonía?
Los grises se resignan a la calle
de mis ojos: lo visible cede las telarañas
hasta ocupar todo el territorio
de mi ciudadanía.
(En el ruego de la carne, los cipreses de la ropa y esos pedazos
de desdicha
que tocan miedos y heridas.)
Hoy, ya no sé si soy culpable de
la espina o es la espina la vestidura
de la ausencia, ese juego tácito
de lo inextinguible.
En el desquicio, me despierta el
metal de la noche…
Barataria, 21.IX.2014